Frankfurt, la primera generación (Parte III) - La letra corta

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4 de abril de 2017

Frankfurt, la primera generación (Parte III)



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La comparación entre la teoría crítica y la investigación administrativa arroja una significativa diferencia ya que más allá  de objetivos específicos, cada cual analiza el papel de los  medios de comunicación de masas en el sistema social al cual pertenecen.

“La distancia entre Teoría Crítica e investigación administrativa se ha ampliado mas allá de la configuración inicial y ha cristalizado en una diferenciación teórica que en cambio era y sigue siendo fecunda y problemática” (Wolf 2003, p. 56).

Hacia 1941,  Dialéctica del Iluminismo, libro escrito por Horkheimer y Adorno, enmarcó dentro de las estructuras de industria cultural y de cultura de masas,  una continuidad entre la sociedad totalitaria del Nacionalsocialismo y la capacidad de persuasión y manipulación que poseen los dos nuevos procesos de transmisión ideológica.

Según Horkheimer y Adorno, la  Industria cultural es un sistema constituido por la televisión, la radio y los semanarios. Cada sector aparece armonizado en sí mismo y todos entre sí. A esto, Mauro Wolf (2003) le agrega que los trabajadores de este sistema suministran explicaciones y justificaciones en clave tecnológica, el mercado de masas impone estandarización y organización: los gustos del público y sus necesidades imponen estereotipos y baja calidad.

Es decir, esta vorágine de los media  impide interpretar la verdadera realidad. Los individuos son lanzados a un círculo de manipulación cuyo objetivo es el de la dominación, al anular la autonomía del consumidor.

La producción cultural bajo los imperativos del mercado penetra hasta el núcleo formal de la construcción de sus productos. En esta industria la cultura se convierte en un asunto de los grandes grupos empresariales y de la administración, que se apoderan de ella para estandarizarla y homogeneizarla de acuerdo, por un lado, con la finalidad del beneficio económico y, por otro, con el interés en la estabilización de una situación social hostil a la autonomía de los individuos” (Zamora s/a p. 5)

Además, los mensajes sufren un proceso de estratificación que perfectamente demuestra la manipulación de la industria cultural. Muchos señales ocultas, luego de vencer los controles de la conciencia, dejan grabados en los individuos significados superpuestos unos sobre otros que acentúan el proceso de seducción.

La industria cultural nos propone un receptor no activo intelectualmente, lo que nos demuestra cómo  actúan los medios de comunicación en la sociedad. Ellos organizan y anticipan experiencias de la realidad social, lo que le resta actividad cognitiva al individuo, recurso necesario para la economía del aprendizaje.

La mayoría de los mensajes tienden a crear mediocridad, inercia intelectual, credulidad, que  armonizan con el carácter totalitario del sistema, aunque el mensaje  explícito o aparente sea antitotalitario”. (Saladrigas & Alonso,  s/a, pág. 78)

La razón misma se había ocupado de dar lugar al ascenso a la imprevisible locura del nacionalismo. El orden burgués, la razón y su racionalidad, habían posibilitado la llegada de Hitler al poder. Por tanto, Adorno no deposita tantas esperanzas en la racionalidad como en el arte y la cultura. Pero no apuntaba a cualquier forma de arte, sino a las vanguardias opuestas a las manifestaciones artísticas de masa del siglo XX, en creciente despliegue.

En Estados Unidos bien se pudo conocer el avance avasallador de esta comunicación de masas. Radio, cine, televisión, música popular eran el nuevo mito ilustrado.  Tanto Adorno como Horkheimer sostuvieron con desencanto que los nuevos medios técnicos producían arte estandarizado y fácilmente consumible. La Industria Cultural, entre tanto, estaba segura de la fidelidad de sus clientes. (Por Laura Barrera Jerez)
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