La comparación entre la teoría crítica y la
investigación administrativa arroja una significativa diferencia ya que más
allá de objetivos específicos, cada cual
analiza el papel de los medios de
comunicación de masas en el sistema social al cual pertenecen.
“La distancia entre Teoría Crítica e investigación
administrativa se ha ampliado mas allá de la configuración inicial y ha
cristalizado en una diferenciación teórica que en cambio era y sigue siendo
fecunda y problemática” (Wolf
2003, p. 56).
Hacia 1941, Dialéctica
del Iluminismo, libro escrito por Horkheimer y Adorno, enmarcó
dentro de las estructuras
de industria cultural y de cultura de masas,
una continuidad entre la sociedad totalitaria del Nacionalsocialismo y
la capacidad de persuasión y manipulación que poseen los dos nuevos procesos de
transmisión ideológica.
Según Horkheimer y
Adorno, la Industria cultural es un sistema constituido
por la televisión, la radio y los semanarios. Cada sector aparece armonizado en sí mismo y todos entre sí. A
esto, Mauro Wolf (2003) le agrega que los trabajadores de este sistema
suministran explicaciones y justificaciones en clave tecnológica, el mercado de
masas impone estandarización y organización: los gustos del público y sus
necesidades imponen estereotipos y baja calidad.
Es decir, esta
vorágine de los media impide interpretar
la verdadera realidad. Los individuos son lanzados a un círculo de manipulación
cuyo objetivo es el de la dominación, al anular la autonomía del consumidor.
“La producción cultural bajo los imperativos del
mercado penetra hasta el núcleo formal de la construcción de sus productos. En
esta industria la cultura se convierte en un asunto de los grandes grupos
empresariales y de la administración, que se apoderan de ella para
estandarizarla y homogeneizarla de acuerdo, por un lado, con la finalidad del
beneficio económico y, por otro, con el interés en la estabilización de una
situación social hostil a la autonomía de los individuos” (Zamora s/a p. 5)
Además, los mensajes sufren un proceso de
estratificación que perfectamente demuestra la manipulación de la industria
cultural. Muchos señales ocultas, luego de vencer los controles de la
conciencia, dejan grabados en los individuos significados superpuestos unos
sobre otros que acentúan el proceso de seducción.
La industria cultural nos propone un receptor no
activo intelectualmente, lo que nos demuestra cómo actúan los medios de comunicación en la
sociedad. Ellos organizan y anticipan experiencias de la realidad social, lo
que le resta actividad cognitiva al individuo, recurso necesario para la
economía del aprendizaje.
“La mayoría de los
mensajes tienden a crear mediocridad, inercia intelectual, credulidad,
que armonizan
con el carácter totalitario del sistema, aunque el mensaje explícito o aparente sea antitotalitario”. (Saladrigas
& Alonso, s/a, pág. 78)
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