Por István Ojeda Bellomartes
Tomado del blog Cubaizquierda
Leer al profesor Julio GarcÃa Luis (JGL) sigue siendo la oportunidad
conocer análisis desde un sitio de privilegio al desempeño del periodismo
cubano en las décadas recientes. Él continúa hablando desde sus libros
publicados por la editorial Pablo de la Torriente Brau de la Unión de
Periodistas de Cuba (UPEC). El esfuerzo no parece casual, tal vez evidencie la
intensión de que el pensamiento del periodista, editorialista, y mentor de
varias generaciones de periodistas se escuche en un momento particularmente
relevante para el futuro de la nación y especialmente de su prensa.
Ahora llega en ¿Qué periodismo queremos? compilación
de Rosa Miriam Elizalde quien nos revela mucho de la papelerÃa que dejara JGL,
alguna incluso inédita. Quiso la casualidad que disfrutara un 13 de agosto de
su crónica sobre el viaje de Fidel Castro a Nueva York en 1979. Gracias a la
genialidad de su pluma casi vivà esos dÃas hasta el más mÃnimo detalles, pero
antes, en las páginas precedentes no pude sustraerme de pensar en…
Las
analogÃas
Parte de lo dicho por el profe Julio en ¿Qué
periodismo queremos? se nota en la recién aprobada
PolÃtica de Comunicación del Estado y el Gobierno. Mientras que otras de
sus propuestas, aunque hechas hace ya bastante tiempo ahora mismo están sobre
la mesa.
A finales de los 80 y principios de los 90 del siglo XX, nos cuenta, se
discutÃa en términos de polÃtica informativa, categorÃa todavÃa válida, pero a
la luz de la contemporaneidad demasiado estrecha para comprender los procesos
de comunicación pública y masiva. En sus Apuntes sugerencias de posibles
pasos concretos en polÃtica informativa GarcÃa Luis sugerÃa que
el periódico “Granma debe mantener su perfil como único órgano
oficial de Partido”; mientras, acotaba, se trabajarÃa “con el resto de los
diarios nacionales para desarrollar conscientemente las respectivas diferencias
de perfil”.
Luego proponÃa que “los periódicos provinciales no deberÃan revestirse
en ningún caso con el rótulo de órganos oficiales de Partido en sus respectivas
territorios”. Estos, creÃa, debÃan tener “un mecanismo más democrático de
dirección” el cual se concretarÃa “mediante la constitución de un Consejo
Editorial en el que estén representadas todas las fuerzas organizadas de la
sociedad en el territorio. Este Consejo mantendrÃa el control y la orientación
sobre la polÃtica editorial del diario. SupervisarÃa el trabajo del director y
propondrÃa su sustitución, si fuera necesario”.
¿Significaba desentender al Partido esos periódicos provinciales? “El
Partido, explicaba JGL, por supuesto, estarÃa representado en este Consejo,
pero no administrarÃa de modo directo el periódico. Este serÃa un vocero de
toda la comunidad”.
Más allá de la pertinencia o no de un paso de esa Ãndole, sacarlo a
colación hoy nos hace caer en cuenta que la opción hasta hace poco
supuestamente novedosa en realidad estuvo en el candelero anteriormente.
El profesor Julio nunca negó el carácter clasista de la prensa cubana ni
tampoco su fidelidad a los principios trazados por el Partido Comunista de Cuba
como fuerza dirigente y superior de la sociedad cubana, aunque sÃ, y esto serÃa
lo relevante, asumió una actitud crÃtica al respecto. No cesó en su reclamo por
el establecimiento de un sistema regulatorio propio para la prensa y en general
para la comunicación social cubana. Esto, decÃa, crearÃa las bases para una
adecuada autorregulación dentro del escenario mediático doméstico.
A fuerza de repetirlo se tiene la percepción de que la necesidad de los
cambios en los modelos de gestión del sistema de medios púbicos cubanos es
únicamente la respuesta a la aparición de otros esquemas de organización del
proceso productivo dentro y fuera del paÃs o por la emergencia de espacios
digitales de socialización de la opinión de los públicos.
Las afirmaciones del profe Julio colectadas en ¿Qué periodismo queremos? corroboran
en que los reclamos de un giro en los modos de hacer en la prensa cubana han
estado, en primera instancia, determinados por los requerimientos y
preocupaciones de la masa de periodistas.
¿Ley de prensa?
Examinando las respuestas de JGL a las preguntas de oponencia durante la
defensa de su tesis doctoral nos enteramos que “en Cuba [a finales de los años
80] se intentó un proyecto de Ley de Prensa, que llegó a estar redactado
incluso, pero luego fue archivado y no llegó a ser presentado y discutido en la
Asamblea Nacional”. Salvo esa escueta referencia no sabemos más sobre el
contenido del proyecto de ley y mucho menos de las razones que
motivaron la postergación del intento legislativo. ¿El grupo de expertos que
trabajó en la formulación de la PolÃtica de Comunicación aprobada este año lo
tomó de referencia en algún sentido, ora para actualizar sus postulados o para
negarlos completamente?
La no puesta en vigor de esa ley a finales de los 80, dijo profe Julio,
puede que “haya sido mejor, pues muchos periodistas pensábamos entonces que el
problema no era la promulgación de esa ley, sino cuál iba a ser su
contenido, su enfoque. Nos parecÃa mucho más fácil discutir y tratar de
resolver los problemas en el terreno polÃtico y moral, y sentÃamos ciertamente
temor de los que resultarÃa una vez que fuera aprobada una ley y se tratara de
un estatuto jurÃdico”.
¿Significa que el proyecto de ley de tres décadas atrás no tuvo la
participación del gremio periodÃstico o se alejaba completamente del criterio
mayoritario de este? ¿Por qué ese temor a su contenido?
Con relación a sà Cuba necesitaba a la altura de septiembre de 2004 una
ley de prensa expresó: “Mi punto de vista, hoy, es que una ley pudiera ayudar
al funcionamiento de la prensa, a su regulación y autorregulación, a balancear
todo el sistema de relaciones en la que ella actúa, pero solo si esa ley
estuviera acompañada y respaldada por las definiciones en cuanto al papel de la
prensa, sobre la base de un cambio sustancial en el conflicto que hoy limita
las condiciones para la seguridad y el funcionamiento del paÃs y de
la propia prensa”.
“Un instrumento jurÃdico, agregó, tendrÃa sentido y surtirÃa efecto,
cuando se corresponda con la voluntad del poder polÃtico, ideológico, estatal y
administrativo del paÃs. (...) No creo que este sea en modo alguno el
momento favorable para avanzar hacia ese tipo de legislación”. ¿SerÃa ahora el
momento adecuado, casi 15 años después, cuando la nación ha emprendido cambios
legales probablemente solo equiparables a los ocurridos a inicios de los 60 o
en los 90?
El no considerar oportuna una ley de prensa en Cuba no le impidió a
Julio GarcÃa Luis formarse un criterio sobre cuáles deberÃan ser los propósitos
de cuerpo legislativo llegado el instante correcto. DeberÃa explicó: “asignar
la cuota de poder necesaria, en términos de funciones, atribuciones y derechos
a: 1) los organismos que auspician medios de prensa; 2) a los directores y
demás ejecutivos de estos y 3) a los periodistas que trabajan en los medios, a
fin de lograr un balance de autoridad más adecuado con las demás fuerzas de la
sociedad para el mejor cumplimiento de la misión social de la prensa”. Y
concluyó: “Otro aspecto fundamental de esa legislación serÃa delimitar las
responsabilidades recÃprocas de todos los factores que concurren en
la comunicación pública de masas”.
Más tarde habrÃan sido planteados buena parte de los principios
defendidos por el profe Julio enfáticamente en lo relacionado con la propiedad
de los medios tanto en los Lineamientos aprobados en el VI Congreso del
Partido, en los objetivos de la Conferencia del PCC, luego en la PolÃtica de
Comunicación y más recientemente en el Proyecto de Constitución.
¿Qué periodismo queremos? nos recuerda que el sentido crÃtico del gremio periodÃstico cubano
no es hijo de las preocupaciones de las generaciones nativas digitales, es
consustancial a este; nos deja, sÃ, con muchas preguntas sin respuestas y eso
siento que es saludable en tanto nos saca del letargo y revive la aspiración de desbrozar
el enmarañado camino del periodismo cubano.
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