Luego de una apretada carrera electoral
los resultados finales de las elecciones en el Ecuador dieron como ganador a
Lenín Moreno en representación de Alianza País, el movimiento que encabeza
desde hace diez años el presidente saliente Rafael Correa. La victoria asegura
un poco de tranquilidad para las fuerzas progresistas en el continente, las que
habían cifrado en el centro del mundo la batalla crucial.
Por un margen relativamente estrecho,
en comparación con anteriores elecciones, se impuso la continuidad de la
Revolución Ciudadana. De ese modo se rompe la cadena de fracasos que la
izquierda había padecido en los últimos dos años, desde que Daniel Scioli,
candidato representante del kirchnerismo,
perdiera ante un flamante Mauricio Macri que aseguraba un “cambio” para la
Argentina.
Hay claves, sin embargo, que deben
tenerse en cuenta a partir de un análisis preliminar de estos resultados en el
Ecuador. El margen, poco más de dos puntos entre Moreno y Guillermo Lasso,
aunque asegura la victoria en sí misma, deja un país extremadamente dividido:
de un lado los que apuestan a la Alianza País, del otro los que apuestan a todo
lo que no sea correísmo.
Es cierto. No puede negarse la
influencia notable de la propaganda sucia que hubo, los millones que corrieron
de mano en mano, dinero proveniente de todas partes en este mundo donde los
sucesos del Ecuador repercuten en España e incluso más lejos. También es cierta
la influencia de un sector mediático envalentonado y al servicio de la alianza
encabezada por Lasso. Sin embargo, la política de confrontación llevada
adelante durante esta década por Rafael Correa, la falta de una perspectiva lo
suficientemente clara para una clase media necesitada de más y la carencia de
diálogo serio con esos para quienes el socialismo no significa una esperanza
verdadera, han llevado al lado opuesto a cerca del 48% de la población.
Fueron esos mismos que votaron en
contra de una legislación que prohibiera a los millonarios llevarse su dinero
fuera del país y situarlo en paraísos fiscales, es decir, esos que contra toda
lógica aprobaron la corrupción de los más ricos por el simple hecho de que la
propuesta legislativa la hacía Alianza País. Ese voto fue, en lo esencial, de
castigo.
Lenín Moreno lo tiene difícil. Nadie
crea que es tarea fácil sumar a casi la mitad de la población a un proyecto que
se nota desgastado. Es posible, cierto. El espíritu de crecimiento que
representa el nuevo presidente del Ecuador puede insuflar a la Revolución Ciudadana
nuevos aires que continúen fortaleciendo la filosofía del buen vivir.
Con la victoria de Moreno se salva la
UNASUR. Lasso, el candidato perdedor, ya había anunciado que arrendaría el
edificio donde la organización suramericana radica, acción con la cual
desmontaría de un plumazo uno de los pilares de la integración regional.
También con este triunfo se da un poco de respiro a la Venezuela de Maduro,
quien lo tiene muy complejo también en estos días.
La izquierda en Brasil, inspirada,
comenzará de seguro a articularse de modo más orgánico para hacer frente a la
arremetida neoliberal de Michel Temer y de paso, con el triunfo de la
Revolución Ciudadana, se envía una clara señal a Donald Trump y los planeadores
de la Casa Blanca.
Algunos habían señalado la muerte de
la izquierda y esta aun no ocurre. Está maltrecha, esto es innegable, pero
hasta de las peores heridas de guerra es posible la recuperación. Solo se
necesita tiempo, voluntad y un buen médico de cabecera. Ese papel le
corresponde ahora a Lenín Moreno en el Ecuador, justo al centro del mundo. (Por Eduardo Pérez Otaño)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comente acá... porque somos de letra corta: