A partir del concepto de industria
cultural es evidente que se anulan las individualidades, el receptor no es
capaz de resistirse al mensaje y termina reproduciendo criterios captados de
los medios.
En este torrente de productos serializados y
homogeneizados el individuo “deberá” encontrar su “ser”. La realidad y el
sujeto quedan reducidos a simples instrumentos de producción y de
consumo. Por eso es preciso no solo una revisión sociopolítica y cultural de la
sociedad de masas, sino también la revisión de esa lógica de la dominación que arrastra al
individuo a una falsa exaltación de su pensamiento. El receptor actúa mecánicamente
y puede caer a un vacío que no permite resistencia de ningún
tipo.
Ese es el objetivo de tantas repeticiones, si de
Industria Cultural se trata, porque se teme que la gente realmente siga sus
impulsos, sus instintos humanos.
Entonces
el individuo es un ser “unidimensionalizado”. Así lo define Marcuse, como aquel que percibe y siente como suyas las perspectivas y
necesidades que los mecanismos publicitarios y de propaganda le prescriben.
Es decir, el sujeto no tiene capacidad para percibir crítica y autocríticamente
su existencia y su sociedad.
La visión que Adorno y Horkheimer tejieron sobre la civilización occidental
masificada, tiene un tinte señaladamente sombrío. Mirando al pasado se tiene la
brutal barbarie del nazismo, y mirando hacia adelante se puede avizorar una
comunidad de hombres-masa cuya libertad se va atrofiando por los manejos de la
Industria Cultural.
Pero, a la vez, la Teoría Crítica es una alerta para
que cada individuo esté preparado para
evaluar los productos comunicativos que consume, evitando la vulnerabilidad a
técnicas de persuasión, estratificación, estandarización, serialización y estereotipación
de los mensajes.
Aunque los frankfortianos sí utilizaron
de algún modo la investigación instrumental, no potenciaron la integración de
la investigación de carácter empírico a la teorización, que siempre necesita
complementarse con los estudios cuantitativos.
Según Mauro Wolf (2003), la
teoría crítica ha enfrentado la dificultad de pasar del nivel de las
descripciones generales del sistema de la industria cultural en su conjunto al
del análisis de los procesos comunicativos como efectivamente se producen.
Dificultad acentuada por el hecho de que para la teoría crítica este tipo de
análisis es irrelevante o accesoria, al estar implícito en la descripción de la
dinámica fundamental de la sociedad industrial capitalista. Por eso en la
teoría crítica todas las caracterizaciones de la comunicación se hacen en
términos muy afines a los de la teoría hipodérmica.
Al igual que Luhman, muchos estudiosos del tema han
planteado que la teoría crítica no tiene el potencial teórico necesario para
observar las sociedades actuales, además de que es una teoría más bien
“museal”, una teoría para ser recordada como un acontecimiento histórico
académico, pero no para observar acontecimientos sociales en la actualidad.
Pero
es imprescindible analizar, como plantean otros autores, que desde la teoría crítica
sí se puede enfocar los problemas actuales porque la metodología de esta
tendencia se aplica muy bien a nuestras sociedades, la crítica
no se funda en unas abstracciones irrealizables sino en un examen económico,
político y cultural, además si la separamos de su contexto
histórico pierde totalmente su carácter
museal. (Por Laura Barrera Jerez)
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