“Él, que sólo busca habitualmente sinceridad, verdad,
emanciparse de los engaños y protegerse de las incursiones seductoras,
representa ahora, en la desgracia (…) la obra maestra del fingimiento; no
presenta un rostro humano, palpitante y expresivo, sino una especie de máscara
de facciones dignas y proporcionadas; no grita y ni siquiera altera su voz;
cuando todo un nublado descarga sobre él, se envuelve en su manto y se marcha
caminando lentamente bajo la tormenta”.
Nietzsche
Internet,
más allá de una red
Sin dudas, el ciberespacio exige
nuevas capacidades debido, principalmente, a la aceleración de los procesos, a la
abundancia de fuentes informativas, a la complejidad surgida a partir de las
nuevas maneras de hacer, y a la simultaneidad de acciones y procedimientos.
Este escenario se caracteriza generalmente por su ambivalencia y, por tanto,
exige la renovación de nuestras habilidades
para actuar en situaciones de tensión y conflicto.
Internet se destaca en la actualidad
por brindarnos un conjunto de herramientas valiosísimas: constituye un entorno
de interacciones humanas y nos ofrece muchas modalidades para el acceso a la
información, para la comunicación y para el aprendizaje.
En ese sentido es fundamental, como
decía Castell, “ver a Internet no como una tecnología simplemente; sino como un
medio de comunicación que constituye la
forma organizativa de nuestras sociedades, es el equivalente a lo que fue la
factoría o la gran corporación en la era
industrial. Internet es el corazón de un nuevo paradigma sociotécnico que
constituye en realidad la base material
de nuestras vidas y de nuestras formas de relación, de trabajo y de
comunicación. Lo que hace Internet es procesar la virtualidad y transformarla en nuestra realidad, constituyendo
la sociedad red, que es la sociedad en que vivimos”
Esta relación entre el hombre y dichos
avances técnicos, nos obliga a replantearnos
cuestiones éticas, principalmente
por los cambios que generan no solo en interacción entre los diferentes
individuos, sino, porque se transforman las prácticas y relaciones educativas
(experiencias de educación a distancia, las aulas virtuales, campus,
videoconferencias), así como los mecanismos para producir y obtener información
a través de la red de redes, ya que se hace novedosa la construcción del conocimiento a partir de nuevos métodos
integradores, abiertos y flexibles. La renovación de las maneras de hacer
periodismo también nos obliga a reflexionar en torno a estos cambios, para
actuar en consonancia y no quebrantar las disposiciones morales y éticas que
necesariamente deben regir el proceso mediático.
¿Quién
dice las verdades en Internet?
Es difícil conceptualizar la verdad en
sí misma (principalmente por el riesgo de caer en absolutismos equívocos), pero
es imprescindible mencionar aspectos que están directamente relacionados con
ella, fundamentalmente elementos como la manipulación de información, la
confrontación de fuentes, la adecuada selección de los hechos que merecen
nuestra atención de acuerdo a los intereses del público y el intento constante
por ser lo más objetivos posible, temáticas medulares en el ejercicio del
periodismo.
Específicamente con respecto a
Internet, complementan este conflicto
sobre la construcción de la verdad, tópicos como: la igualdad que existe entre
los ciudadanos (con conexión al mundo digital) y los profesionales de la
comunicación para expresarse a través de blogs, páginas digitales, redes
sociales; y la libertad tanto social y política para exponer sus ideas, para
relacionarse con determinadas personas, para tener acceso a fuentes con las que
quizás antes no podían interactuar, así como su independencia para tomar la
decisión de publicar o no determinados contenidos.
Intervención de Ignacio Ramonet durante la presentación del libro La explosión del periodismo |
¿Quién
dice las verdades en Internet?
Es difícil conceptualizar la verdad en
sí misma (principalmente por el riesgo de caer en absolutismos equívocos), pero
es imprescindible mencionar aspectos que están directamente relacionados con
ella, fundamentalmente elementos como la manipulación de información, la
confrontación de fuentes, la adecuada selección de los hechos que merecen
nuestra atención de acuerdo a los intereses del público y el intento constante
por ser lo más objetivos posible, temáticas medulares en el ejercicio del
periodismo.
Específicamente con respecto a
Internet, complementan este conflicto
sobre la construcción de la verdad, tópicos como: la igualdad que existe entre
los ciudadanos (con conexión al mundo digital) y los profesionales de la
comunicación para expresarse a través de blogs, páginas digitales, redes
sociales; y la libertad tanto social y política para exponer sus ideas, para
relacionarse con determinadas personas, para tener acceso a fuentes con las que
quizás antes no podían interactuar, así como su independencia para tomar la
decisión de publicar o no determinados contenidos.
Y precisamente en cuestiones como la
manipulación de información, la libertad que brinda Internet, la abundancia de
textos, muchos de los cuales no pertenecen a la autoría de profesionales de la prensa, o la polémica de
qué se publica y qué no se publica, nos obliga a volver a los presupuestos
sobre la verdad, a las nefastas consecuencias de distorsionar las realidades.
Hoy estamos llamados a conocer, actuar y minimizar conflictos éticos que
proliferan en Internet con respecto a cómo se hace y cómo se dice la verdad en
la red de redes.
“Internet es totalizador y establece,
no sin riesgos, una nueva lógica, distinta de la producción fordista, típica de
la era industrial. En aquella época aunque una pluralidad de obreros
especializados, pudiese contribuir a la
fabricación de un producto, este al final era entregado completo, acabado,
cerrado, y se correspondía punto por punto con el proyecto inicial. Esto ya no
es así. La lógica de la información online es la de lanzar una noticia en bruto
(en ocasiones incluso aproximada) para después corregirla, modificarla o
enriquecerla de forma permanente y en cualquier momento… La información se está
volviendo un work in progress, un
material de constante evolución, una especie de conversación, un proceso
dinámico de búsqueda de la verdad, más que un producto terminado” (Ramonet, I.
2011).
Y es entonces cuando repensamos
nuestro papel como profesionales de la palabra, cuando muchos tienen tantas o
más opciones que nosotros mismos para insertarse en ese proceso de difusión de
información. Las consecuencias de tal situación, atenta también contra la
representación más fidedigna de la realidad que exponemos, por un lado porque
muchos pueden complementar el trabajo
que iniciamos, por otro lado, porque quizás muchos digan lo mismo que nosotros,
a la misma vez que nosotros, y se roben la atención de los usuarios. Además,
como la califica la periodista cubana, Milena Recio Silva, la información en
Internet tiene un carácter viral y “un error puede convertirse en un megaerror”.
A pesar de la gravedad del asunto,
muchas veces ha quedado relegado a un segundo plano. Como decía Humberto Eco, nada en el mundo merece más cautela que la
verdad, incluso, podemos mentir, diciendo la verdad.
Internet propicia una mayor
aproximación entre culturas diferentes, entre personas distintas. Este nuevo
sistema de relaciones, nos conduce a una revisión de las bases de nuestro
sistema de valores y creencias. Y quizás la preocupación no radica en
cuestionar estos orígenes diversos, sino, a partir de la tolerancia, crear
mayor fortaleza en las cuestiones éticas partiendo de la base moral existente,
para sobre sus mismos postulados, ampliar el diapasón.
Al final, como muchos
especialistas, teóricos e interesados en el tema han planteado, son viejos
problemas en nuevos escenarios.
Periodismo
en la era Internet: regulaciones y autorregulaciones
El periodismo es en sí un
servicio que prestamos a la sociedad y que debe estar vertebrado por
fundamentos morales profundos que valoricen aún más ese hecho de debernos al
público.
Es imprescindible tener en
cuenta las expectativas de las audiencias, de acuerdo al contexto informativo
real en el que vivamos (y en el que accionamos como profesionales al mismo
tiempo que somos individuos comunes). No obstante, las rutinas profesionales
hacen de la verdad esperable del
periodismo una verdad informativa
construida por el sujeto informador, y por supuesto, todo ello se conjuga
con el reflejo de la posición ideológica del medio para el que trabaja ese
profesional. No sin razón, coinciden muchos especialistas al plantear que la
mayoría de los problemas de credibilidad de los medios, surgen por la falta de adecuación entre la
praxis periodística y las expectativas de los públicos cuando estos saben que
no están recibiendo el servicio público que se merecen.
A diario los profesionales
de la comunicación asumen posturas muy críticas frente a la desvinculación
entre los intereses de las audiencias (a las que ellos pertenecen, de una
manera u otra) y el contenido y la forma de los mensajes que se transmiten a
través de esos medios de comunicación donde trabajan. Esta polémica cobra mayor
fuerza en estos años de avances informáticos, porque en muchas ocasiones se
traspola a plataformas “alternativas” como los blogs personales de los propios periodistas.
“El impacto
sobre los sistemas
de medios de
la conciencia moral,
de las normas, ideologías,
hábitos, ritos y
mitos son, a
su vez, mediaciones sistémicas
que contribuyen a regular la comunicación.” (García, L. 2004)
El propio Julio García
Luis plantea que la regulación y autorregulación de la prensa se condicionan,
complementan e interrelacionan dialécticamente. Es por ello que el análisis de
esta combinación constituye premisa fundamental para un desarrollo positivo de
la prensa, y más aún a partir de los nuevos desafíos en Internet.
Hoy este tema resulta de
interés tanto para los profesionales de la comunicación como para el público
que finalmente sufre las nefastas consecuencias de disposiciones heredadas y
asumidas, a veces, con desafecto e insatisfacción, lo cual provoca una cadena
de acciones ineficientes que no satisfacen las necesidades de las audiencias (ahí entrarían a actuar también los públicos -no
periodistas de formación- que deciden crear sus propios espacios de
comunicación e información en la red de redes).
“Tal vez no tengamos plena conciencia de la
magnitud del poder del periodismo, que nada tiene que ver con esa anacrónica
mitología burguesa del cuarto poder, sino al inconmensurable poder de movilizar
el pensamiento desde el pensamiento mismo, de desatar ideas e incentivar el
debate enriquecedor, en una misión transformadora”. (Rius, H. 2008)
Tales funciones o metas,
por supuesto, deben basarse en el respeto y la lealtad (más extremos) a la
realidad. Todo ello cobra mayor importancia al cristalizar en el hecho de que
“el compromiso personal con la verdad tiene una inmediata y querida dimensión y
repercusión social”, diría Argejes.
En fin, la labor
informativa debe tener como principal objetivo, buscar esa verdad fiel a los
hechos y finalmente traducirla en la información periodística, en el producto
comunicativo definitivo. Como profesionales es imprescindible entrenarse en
este sentido para cultivar un carácter y un desempeño adecuado a los preceptos
morales que abogan por la veracidad, la precisión y la honestidad.
“Mas, ese ejercicio, esa
puesta en marcha de unas actitudes profesionalmente exigibles, necesita de otra
virtud, la prudencia, que no reste un ápice de profesionalidad a la tarea, sino
que, es más, garantice la vinculación esencial entre el comportamiento moral
personal y el desarrollo de la labor profesional del periodista. De la actitud
del periodista, en concreto de la veracidad, depende que el profesional lleve a
cabo la transición entre los tres niveles ontológicos de realidad en sí (lo que
sucede), la realidad fenoménica o realidad que graba y capta con sus
instrumentos profesionales, y la realidad informativa que construye y llega a
los públicos”. (Chillón Lorenzo, J.M. 2011)
Es la prudencia, entendida
por muchos como una especie de lucidez intelectual para la acción moral, la que debe acompañar al periodista en su
tarea de trasmitir informaciones, hecho en sí, marcado por el constante acecho de la subjetividad y que
pone a prueba la responsabilidad del propio profesional.
“La responsabilidad, la
verdad, la honestidad, la independencia, el respeto al ser humano, a sus
derechos, la calidad de la información, el equilibrio, la búsqueda honesta de
la verdad son inmediatamente percibidos como valores fundacionales de todo
proceder ético en el periodismo y como principios de actuación en el campo.”
(Herrera Miller, K.M. s/f) (Por Laura
Barrera Jerez)
SUGERIMOS QUE VEA:
Desafíos éticos en internet (I): comunicar las verdades |
El deber de la prensa en Cuba (I): el periodismo útil |
La isla en peso |
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