“A lo mejor tuve miedo de que leyera en tu mano alguna
verdad sobre mí, porque fuiste siempre un espejo terrible, una espantosa máquina
de repeticiones, y lo que llamamos amarnos fue quizá que yo estaba de pie
delante de vos, con una flor amarilla en
la mano, y vos sostenías dos velas verdes y el tiempo soplaba contra nuestras
caras una lenta lluvia de renuncias y despedidas y tickets de metro.”
Julio Cortázar, Rayuela
WikiLeaks es un ejemplo
esencial si hablamos de la construcción de la verdad periodística en Internet.
El caso WikiLeaks ha suscitado agudos
debates en torno a la libertad de
expresión y de información,
la seguridad nacional e
internacional, y el constante enfrentamiento entre los
secretos de Estado
y las libertades civiles, todo ello mezclado con el conflicto de la
publicación de información lo más objetiva y veraz posible casi siempre
adquirida a través de fuentes compenetradas íntimamente con la cuestión o el hecho
abordado.
Los documentos filtrados que
publica WikiLeaks en su sitio digital (además de los que le facilita a medios
como The Guardian, The New York Times y Der Spiegel) nos colocan ante diferentes
interrogantes, entre ellas: ¿es WikiLeaks un espacio para difundir verdades?
Y por supuesto, la vedad
absoluta nadie la posee, pero no deja de ser cierto que a través de la
revelación de sucesos no conocidos, WikiLeaks,
nos brinda la posibilidad de redimensionar y reflexionar nuevamente en torno a
la verdad como estandarte fundamental del quehacer periodístico.
Alrededor de este tema por
supuesto, orbitan disímiles temáticas y procesos relacionados con conflictos
medulares como este.
Por ejemplo, el Ex-Decano
de la Facultad
de Leyes de
la Universidad de
Chicago, Geoffrey R.
Stone ha planteado que existen tres categorías a tener en cuenta si
analizamos WikiLeaks: los “secretos ilegítimos de gobierno” que tienen que ver
con la incompetencia, mala
conducta, corrupción y
criminalidad de algunos
gobernantes. A su juicio,
conviene que este tipo de
secretos sean revelados para controlar los desmanes de quienes ejercen el
poder, tomar las acciones correctivas y deslegitimarles a nivel nacional e
internacional. Le siguen “los secretos legítimos y de interés periodístico”,
cuestiones que pueden perjudicar la seguridad nacional e internacional pero
que, a su vez, pueden ser útiles a la ciudadanía; y finalmente, están los “secretos
legítimos sin ningún interés periodístico”, que ciertamente perjudican la
seguridad nacional e internacional sin beneficiar, de ninguna manera a la
ciudadanía.
Según datos ofrecidos por el
Consejo Venezolano de Relaciones Internacionales (COVRI), el 22 de octubre de
2010 WikiLeaks publicó 391.831 documentos filtrados desde el Pentágono sobre la
Guerra de Irak y la ocupación estadounidense entre el 1 de enero de 2004 y el
31 de diciembre de 2009 en los que se revelan, entre otros asuntos, el uso sistemático
de torturas, la cifra de 109.032 muertos en Irak -de los que 66.081 fueron
civiles, el 63%; 23.984 “enemigos etiquetados como insurgentes”, 15.196 del
“país anfitrión” (las fuerzas del gobierno iraquí) y 3.771 muertos “amigos” (fuerzas de la coalición)-.
Además, el 25 de julio de 2010, WikiLeaks publicó los más de 250.000 “cables” o
comunicaciones entre el Departamento de Estado norteamericano con sus Embajadas
por todo el Mundo –la mayor filtración de documentos secretos de la historia-,
comprometiendo a aliados y revelando posiciones de EEUU en países considerados
adversarios u hostiles, refiere.
Es decir, a pesar de que
muchos critican a WikiLeaks, alegando que solo publica datos y cifras de
“manera cruda”, sin un análisis periodístico profundo, no queda dudas de que ha
servido como instrumento para defender, exigir y proclamar la transparencia.
“La
filosofía de WikiLeaks se basa en un principio fundamental: los secretos
existen para ser develados. Toda información oculta nace con vocación de ser
revelada y puesta a disposición de los ciudadanos. Las democracias no deben ocultar nada; los dirigentes
políticos tampoco. Si las acciones públicas de estos últimos no son
incompatibles con sus actuaciones públicas o privadas, las democracias no deberían
temer la difusión de información filtrada.
En este caso y solo en ese caso ello significaría que son moralmente ejemplares
y que el modelo político que encarnan -juzgado como el menos imperfecto de todos- podría de verdad extenderse, sin
obstáculo ético alguno, al conjunto del planeta.” (Ramonet, I. 2011)
Realmente, la oportunidad
que ofrece WikiLeaks para que los usuarios publiquen grabaciones, videos o
textos confidenciales puede interpretarse como un verdadero paso hacia la
añorada libertad de expresión para que cada cual ponga en circulación sus
propias verdades, verdades que finalmente le interesan a la gran mayoría,
principalmente por las consecuencias de las grandes mentiras que sobre ellas se
ciernen. No obstante, es válido destacar en este sentido, que los voluntarios y
los colaboradores que trabajan para este sitio, no están obligados a indagar
cómo han sido obtenidos esos datos aunque sí verifican la autenticidad de los
mismos, salvedad que hace Ignacio Ramonet en su libro La explosión del periodismo.
Sin dudas, las revelaciones
hechas por WikiLeaks favorecen a las clases menos poderosas, los que muchas
veces han pagado las consecuencias de fraudes, robos y falsedades. En ese
sentido, este sitio se distingue por sacar a la luz datos y hechos que
constituyen en sí mismos el reflejo de una verdad oculta y generalmente
distorsionada por élites del poder, cómplices de la corrupción, el nepotismo y
los abusos gubernamentales.
Uno de los principales
méritos de WikiLeaks, es dedicarse a demostrar las incoherencias entre lo que
dicen y lo que hacen los políticos. Esto demuestra el desfase moral que existe
actualmente entre el comportamiento explícito
frente a las audiencias y las verdaderas intenciones y formas de actuar.
La preocupación por proteger la vida de los ciudadanos, parece ser otra
de las prioridades de WikiLeaks. Así lo aseguró Julian Assange, en entrevista
publicada el 3 de diciembre de 2010 en el sitio guardian.co.uk: “Durante los cuatro años de existencia de WikiLeaks,
el propio Pentágono no ha podido demostrar que la vida de una sola persona haya
corrido peligro por nuestra culpa.”
Con este fin y haciendo gala de la responsabilidad moral y ética que debe caracterizar al periodismo, WikiLeaks no publica directamente en Internet la información que recibe, sino que se la facilita a medios de prensa escrita como The Guardian, The New York Times, Der Spiegel, Le Monde y El País que funcionan como filtros al evaluar la importancia y credibilidad de esos datos y su relevancia desde el punto de vista social.
“A continuación constituyen una célula multinacional
con unos 120 periodistas especializados, que durante varias semanas,
clasificaron, analizaron, verificaron, contextualizaron y jerarquizaron los
mensajes en bruto (…) Y todo esto, sobre la base de criterios periodísticos
(los responsables de WikiLeaks no se consideran periodistas, aunque reclamen la
protección de sus fuentes). En este proceso se suprimieron todos los nombres de
las personas cuya seguridad podía resultar amenazada por la publicación de los
documentos” (Ramonet, I. 2011)
En este sentido, WikiLeaks representa un intento por frenar la distorsión
de las verdades a la que están sometidos millones de personas en el mundo.
Muchos se atreven a calificarlo como un estilo de hacer periodismo, sin miedos a
exponer “la realidad verdadera”.
Incluso, muchos medios tradicionales han buscado su espacio para publicar “textos
afilados” como los que hoy pueden leerse en WikiLeaks. Por ejemplo, Al Jazeera
lanzó, a finales de enero de 2011, su propia web dedicad a filtraciones: Al
Jazeera Transparency Unit: http// transparency.aljazeera.net.
Sin dudas, los medios de comunicación están sufriendo cada vez con mayor
fuerza los daños provocados por la alianza entre los poderes político y económico.
Además de la delimitación entre poderes públicos y privados, la práctica del
periodismo en Internet exige revaluar principios éticos como la libertad de expresión,
la pluralidad, la transparencia, la objetividad, la imparcialidad, el interés
general que suscite la información, la confidencialidad de las fuentes –cuando
lo requiera- y principalmente, la responsabilidad del profesional ante lo que publica
y la veracidad que debe caracterizar a todo producto comunicativo (apto para el
contraste y la comprobación de la información que lo compone).
“Si se pudiera hablar de una deontología propia para
un nuevo periodismo (digital), sin duda alguna lo más significativo, aunque no
lo más común todavía, sería la relectura de la actividad profesional a partir de que se constata una pérdida del
monopolio total sobre los medios y los canales de comunicación, y por otra
parte, la multiplicación de las cualidades democratizadoras de la función
periodística, en tanto estaría en condiciones de permitir la potenciación del otro, el público, como agente capaz de
interactuar de modo más profundo, eficaz y sistemático con la información, que
ya no solo se le brinda, sino que además, él puede contribuir a construir el
futuro.”(Recio, M. 2006).
Y es con la guía de tales presupuestos como aprenderemos a decir y a
hacer las verdades
desde Internet. Ya lo habíamos dicho, “la
conciencia moral y ética del periodista es el primer requisito para servir al
público, fundamentalmente en la red de redes, donde los usuarios son clientes y
agentes reguladores al mismo tiempo. Son esas verdades verificables las que
debe perseguir y exponer el buen periodismo: la realidad expresada en
argumentos, hechos y fuentes que garanticen la credibilidad de los
profesionales de la palabra”. (Por
Laura Barrera Jerez)
Bibliografía consultada:
Beltrán Salmón, L. R. (2004): “La ética periodística en Bolivia: situación y perspectiva”, en Sala de Prensa 64, Año V, Vol. 2, febrero, en http://www.saladeprensa.org/art534.htm. Consultado el 22 de mayo del 2013.
Chillón Lorenzo, J. M. (2011) “La
ética periodística como ética aplicada”, en Thémata. Revista de Filosofía.
Número 44.
Eco, H. s/f: El péndulo de Foucault, Ediciones
digitales de El tábano.
García Luis, J. 2004, La regulación
de la prensa
en Cuba: referentes morales
y deontológicos, Tesis de Doctorado. Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
Herrera Miller, K. M. s/f: Ética periodística. Conceptos y prácticas desde sus actores. Ildis Bolivia, Centro de Competencia en Comunicación C3. www.c3fes.net.
Nietzsche, F. s/f: Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. Editorial Tecnos, Madrid.
Ramonet, I. 2011: La explosión del periodismo. Editorial José Martí, La Habana, Cuba.
Recio, Milena, 2006: Periodismo digital, el reto de lo posible. Editorial Félix Varela. La Habana, Cuba.
Rodríguez,
A. 2005: “El milagro del cacharreo cotidiano”. Tesis de Licenciuatura, Facultad
de Comunicación, Universidad de La Habana.
Rodríguez Luño, A. 2006: “Aspectos éticos del uso de Internet”, disponible en http://www.eticaepolitica.net/eticafondamentale/arl_uso_internet%5Bes%5D.htm, consultado el 22 de mayo del 2013.
Ruis, H. 2008, “El periodismo en su
lugar”, Revista Alma Mater, consultado el 29 de noviembre de 2012,
http://www.almamater.cu
Sánchez
Martínez, M.M. & Comellas Torre, J. 2005: “De frente al laberinto… y sin el
hilo de Ariadna. Las experiencias de cinco medios cubanos online.” Tesis de Licenciatura,
Facultad de Comunicación, Universidad de La Habana.
SUGERIMOS QUE VEA:
Somnus, por Laura Barrera Jerez |
Viaje al orquideario de Soroa, por Jeovani Martínez |
Desafíos éticos en Internet (II): ¿necesitamos periodistas? |
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comente acá... porque somos de letra corta: