“Pero lo que importa no es el resultado, sino el proceso.
La fidelidad con que hagamos girar hasta el infinito el molino de la plegaria y
de la escritura, descubriendo poco a poco la verdad.”
Humberto Eco, El
péndulo de Foucault
Escultura de Alfred Stevens, La verdad y la falsedad |
Si
todo fuera tan sencillo como el deseo de Miguel
de Unamuno, de encontrar la verdad en la vida y la vida en la verdad.
Si todo fuera tan sencillo como aquella escultura que sin desasosiego Alfred Stevens nombró La verdad y la falsedad, en un intento
por representar, para el futuro, esa fuerza telúrica y voraz de lo que es y lo que intenta ser, tras disfraces y ficciones.
Mientras hacemos el intento por
entender o descifrar conceptos, los días pasan, los avances de la ciencia y la
tecnología nos sorprenden, nos exigen más aptitudes y menos miedos; y con esos
avances llegan imposiciones más estrictas y controles más rigurosos para
nuestros deseos, nuestras acciones, nuestros desconocimientos. Hoy es mucho más
fácil hacer, pero también, mucho más difícil no equivocarse. Más vías, métodos,
exigencias, formatos, equipos, programas… más tecnología impone mayor sagacidad
para enfrentarla y hacer útil su uso.
En ese contexto de conflictos
existenciales y técnicos, “Internet es un monstruo superinmenso, entonces o te
colocas en él para decir tu verdad aunque sea alternativa, o no existes.”
(Acosta, N. en Rodríguez, A. 2005)
Internet es, más que una comodidad, un
amasijo de regulaciones, principalmente éticas y morales. Y es en ese punto en
el que salen a relucir las obligaciones del periodista recogidas por el código
internacional que “es de obligatorio
cumplimiento en todos los países democráticos del mundo por la totalidad de
periodistas íntegros”. Es este uno de los documentos principales en cuanto
al control de la actividad periodística
y por ello defiende “el derecho del
pueblo a una información verídica
a partir de una imagen objetiva de la realidad por medio de una información
precisa y completa, ya que la tarea
primordial del periodista es la de servir el derecho a una información verídica
y auténtica, porque tiene una responsabilidad social”.
Evolución de Internet desde su surgimiento, infografía de RIANOVOSTI |
¿Y, entonces, cómo actuar si somos
parte de esa inmensa red?
Sí es posible decir y hacer verdades
desde Internet, a partir de la conciencia moral y ética del periodista para
servir al público al que se debe, usuarios que en la red de redes son, al mismo
tiempo, clientes y agentes reguladores. Son esas verdades verificables las que debe perseguir y exponer el buen
periodismo: la realidad expresada en argumentos, hechos y fuentes que
garanticen la credibilidad de los profesionales de la palabra.
Como diría Aristóteles, persuadir a través del discurso, requiere la
demostración de “lo verdadero o lo verosímil sobre la
base de lo que en cada caso es apto para persuadir”.
Pero como Nietzsche, muchos han
pensado que llegar hasta la verdad es un sueño inalcanzable, quizás por las
características innatas del hombre como ser que va labrando individualmente sus
conceptos y realidades, bajo el empuje de su propia subjetividad. Al fin y al
cabo, evolucionamos como especie, inventándonos instrumentos de caza, maneras
para encender una fogata, formas de protegernos de las inclemencias del tiempo,
nos inventamos jerarquías y conceptos de vida, nos inventamos una sociedad
modelada a partir de esas verdades que nos íbamos imponiendo. Como lo describe
el propio Nietzsche, estábamos creando un tratado de paz que prometía
conllevarnos al primer paso para la consecución de ese misterioso impulso hacia
la verdad.
“En los hombres alcanza su punto
culminante este arte de fingir; aquí el engaño, la adulación, la mentira y el
fraude, la murmuración, la farsa, el vivir del brillo ajeno, el
enmascaramiento, el convencionalismo encubridor, la escenificación ante los
demás y ante uno mismo, en una palabra, el revoloteo incesante alrededor de la
llama de la vanidad es hasta tal punto regla y ley, que apenas hay nada tan
inconcebible como el hecho de que haya podido surgir entre los hombres una
inclinación sincera y pura hacia la verdad” (Nietzsche, F. s/f).
Poco a poco, desde la prehistoria,
fuimos asimilando preceptos morales, en un estadio muy incipiente de
aprehensión de esas regulaciones, pero limitándonos en cierta medida, desde
entonces, ante códigos, normas y métodos de conducta, que aunque no estaban
estipulados, establecidos o legalizados, paulatinamente fueron ganando
importancia y reconocimiento colectivo. Así surgieron también nuestras propias
verdades, lo que debíamos o no debíamos hacer, lo que otros debían o no debían
hacer.
Por este camino apareció la ética como una ciencia
normativa que se ha ocupado de estipular las normas de la conducta humana.
El periodista cubano Julio García Luis, afirma que la
moral existe a escala de
toda la sociedad,
matizada por los
intereses y posiciones de las
clases y grupos dominantes, y a escala del individuo, como componente singular
y central de la personalidad.
“La moral es histórica y es concreta, ocupa un lugar
nuclear en la superestructura social en su conjunto, desde la
cual informa y a
la vez se
interpenetra con todo
el cuerpo económico, político,
social y cultural
de la sociedad.
Esa vastedad de características y
determinaciones ha hecho
con frecuencia difícil
abarcar conceptualmente a este
fenómeno.” (García Luis, J. 2004)
En este sentido debemos entender la conciencia moral en
su expresión a través de nuestros valores, normas y hábitos profesionales los cuales ponemos en práctica
diariamente como individuos y como profesionales.
Entonces, por ética periodística
entiende Luis Ramiro Beltrán (2004): “La manera moral de ser y de hacer del
periodista regida por su profunda identificación con principios y normas de
adhesión a la verdad, a la equidad, al respeto por la dignidad y por la
intimidad de las personas, al ejercicio de la responsabilidad social y a la
búsqueda del bien común”.
Por otra parte, además del entramado
de designaciones de las cosas
uniformemente válida y obligatoria desde el punto de vista de lo
socialmente establecido como verdadero, aparece la mentira. “Por eso los
hombres no huyen tanto de ser engañados como de ser perjudicados mediante el
engaño; en este estadio tampoco detestan en rigor el embuste, sino las
consecuencias perniciosas, hostiles, de ciertas clases de embustes” (Nietzsche,
F. s/f). Y en este sentido aparece una inclinación moral hacia la verdad, hacia
lo honesto, lo confiable, en contraste con lo que nos indica falsedad,
cuestiones que la mayoría de los sujetos excluyen, fundamentalmente por las
implicaciones negativas que para ellos pueda tener.
No obstante, no sólo intentamos llegar
a la verdad mediante el lenguaje directo conceptual, sino también a través de
símbolos, a través del significado semiótico de nuestros gestos y nuestras
acciones, a través de un sinnúmero de formas discursivas que muchas veces
realizamos de manera inconsciente y mecánica.
Nota de la Agencia EFE publicada el 4 de marzo de 1981 |
Diferentes
imágenes nos presentan caminos hacia la verdad: tanto la imagen natural
(concepto que desde la filosofía se refiere a la representación de un objeto
sensible mediante otros objetos sensibles) como la imagen ideal (concepto que
desde la filosofía se refiere a la representación de ideas abstractas o estados
sensibles indefinidos a través de formas concretas, reuniendo cualidades o
atributos). Tanto la imagen natural como la ideal son medios idóneos de acceso
a la verdad, pues son productos nuevos, permeados de razón utópica, fantasía y
sensibilidad. Entre ellas definimos nuestra concepción de la realidad, la que
asumimos y la que exponemos a otros.
Teniendo
en cuenta eso y aplicándolo al campo de la comunicación, los medios de difusión
masiva juegan un rol fundamental en la producción de consenso social y en la
legitimación de los mensajes que transmiten mediante la producción
y circulación de elementos de significado. Es decir, los públicos se van adueñando de la realidad
y construyendo sus propios referentes de ella, a partir de lo que proyectan los
medios que habitualmente consumen.
Perseguir
la verdad es una actividad inherente a nuestro instinto humano, o mejor aún,
constituye uno de los principales objetivos del hombre para consumarse como ser
pensante y racional, fundamentalmente en la actualidad, cuando se diversifican
los escenarios para exponer criterios, informaciones, conocimientos.
Cada
vez se hace más necesario analizar y actualizar los postulados sobre la verdad
para asegurar su implementación en esos contextos cotidianos que evolucionan
día tras día, fundamentalmente en Internet, que intenta posicionarse como uno
de los ejes de la vida contemporánea (aunque para muchos ya funciona como tal).
(Por Laura Barrera Jerez)
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