Por
Eduardo Pérez Otaño
En una esquina hablan de conciertos y
de los hijos de la mujer. Dan puñaladas, dice uno. Ella grita que con quien sea
y donde sea. Desde la ventana otros miran y ríen. Ha comenzado el espectáculo
humano.
Es en un barrio cualquiera. Son las
dos de la tarde y hace bastante calor en un invierno que da risa. Espero a que
el barbero regrese de almorzar. Asisto como espectador privilegiado.
Desde los balcones hay quien ha tomado
la mejor posición. Buscan el espacio ideal para hacer algunas fotos, quizás
grabar el video que los haga un poco populares en Facebook.
Suben de tono las frases. El
repertorio es amplio. Piñas y melones vuelan desde hace quince minutos, cuando
comenzaron a sentirse las voces airadas. Eso de piñas y melones es cosa de una
amiga mía. No le gustan las “malas palabras”, como si aquello de “malas” fuera
válido. Entonces las sustituye por nombres de frutas… o vegetales: naranjas,
mandarinas, ñames…
Hay de todo esta vez: que si te voy a revolcar
como a un perro, que si a ella la mato yo, que si mi hijo te va a recordar
quién manda aquí, que sí piñas, que si melones.
Luego el espectáculo se traslada a la
calle. Unos agarran a aquella mujer dispuesta a todo, pero una y otra vez se
les escapa. Dice que lo va a arrastrar. Exige que la suelten. Asegura que le
dará su merecido y a ella –se refiere a una tercera persona- la va a dejar sin
cabeza. Promete.
El circo romano palidecería. La
concurrencia de forma espontánea decide participar. Gritan de vez en cuando. Toman
y forman parte. Cada uno a su manera.
-Deja que aparezca el hijo de ella.
Ahí sí que se va armar- comenta uno de los hombres que compra plátanos a un
carretillero.
Son las tres de la tarde y el barbero
no regresa. El espectáculo aun está en su punto y sin la policía parece que aun
durará bastante. Algunos me han comentado que no se meten en estos asuntos,
porque siempre quedan mal. Los llaman y cuando se aparecen todo está
solucionado, o no levantan cargos, o sencillamente nunca les hacen nada.
Una hora después ya son muchos los que
participan de la “bronca”. Aun no sé contra quién o quiénes es la cosa. La
mujer en plena calle ha dicho hasta lo inimaginable, pero el objeto de todas
sus andanadas ni da la cara ni sale hacia donde está ella.
Aparecen vecinos diligentes. Molestos
porque no los dejan ver la televisión con tanta gritería o quizás porque
quieren aparecer en los videos y las fotos. Intentan calmar a los
contendientes. Vienen con pastillitas y vasos de agua. Consejos no faltan. Que
si debes pensar en tu hijo, que si está bueno ya, que si no paran voy a llamar
a la policía…
Los ánimos se calman. Los gladiadores,
cansados, van regresando a sus aposentos. Esta vez no ha quedado ninguno
tendido en la arena del circo. Los leones no fueron tan fieros y la sangre no
llegó al río.
Son las tres y cuarto. Al fin llega el
barbero, pero tengo que esperar. Quiere ponerse al día de lo que se perdió.
(Publicado en www.eltoque.com)
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