Julio Correa, quien estuvo
indisolublemente ligado al Alhambra, se entristece por la pérdida de la mayoría
de los libretos que allí se representaron
y además, apunta: “En el escenario no creo se haya
dicho una mala palabra, ni una frase grosera, porque Regino López, el dueño de
la compañía, no lo permitiría. Tampoco los actores necesitaban de eso para
ganarse la simpatía del público. La calidad de estos artistas, su capacidad
para meter “morcillas” (improvisar), el nivel de los libretos de Federico
Villoch o Gustavo Robreño y la música del maestro Jorge Anckermann, eran más
que suficientes para que cada representación fuese un éxito, aunque, por
supuesto, también tuvo sus detractores. De ellos mejor ni hablar”.
Los textos representados
en el Alhambra estaban basados en diferentes tipos de ambiente y en acciones
divididas en cuadros que hacían que los argumentos no dependieran de una
progresión ni de un clímax. La intervención de la música en las puestas en escena
complementaba los libretos y le imprimía un sabor más cubanizado a los
espectáculos, aunque no siempre esto dependía del curso de los sucesos. Una
guaracha, una rumba o un danzón podían resolver cualquier conflicto o
contradicción, para finalmente restablecer la armonía.
Federico Villoch y Gustavo
Robreño fueron dos de los autores que escribieron para el Alhambra y dos de los
más referenciados cuando se habla de este período. Robreño procedía de una
familia española por lo que sus textos tenían un carácter nacional español y
antindependentista. Villoch nació en Ceiba Mocha (Matanzas) y el hecho de haber
vivido en una sociedad española, quizás le haya dado la oportunidad para
conocer mejor lo nacional y convertirse después en lo que muchos autores llaman
un cronista vivaz. Sus obras
representaban una sociedad “manejada” en las que reflejaba los hechos más
importantes de la sociedad republicana.
Robreño escribió cerca de
doscientas obras de teatro vernáculo, casi todas en colaboración con su hermano
Francisco. Entre sus títulos más importantes se encuentran La madre de los tomates, Toros
y gallos, El ciclón, pero según
la bibliografía consultada, el texto más logrado de este autor fue Tin Tan te comiste un pan, que luego fue
titulada El velorio de Pachencho.
Esta última obra fue
estrenada en 1901. Para muchos su argumento es absolutamente trivial: “un grupo
de estudiantes de Medicina, "calaveras" sin plata, decide engañar a
un gallego rico fingiendo la muerte de Pachencho para lucrar con su entierro.
Pero la mulata Rosalía, amante del muerto-vivo descubre la componenda y
desenreda el equívoco. El cadáver irreverente se levanta del ataúd y con una
rumba final, bailada por todos, cae el telón” (Boudet, R.I. 2001).
Un diálogo entre Rodolfo y
Arturo, que planifican el supuesto velorio de Pachencho, demuestra el marcado
humor negro de esta obra y la picardía de sus acciones en aras de conseguir
dinero para aplacar su infértil situación socioeconómica. Estos personajes no
solo hacen gala del lenguaje popular, refranero y coloquial a través de
parlamentos cortos sino que también se burlan de los recursos expresivos y
otras maneras de decir más elitistas:
RODOLFO
(Dictando.) Distinguido amigo: el negro ángel de la fatalidad bate hoy sus alas en nuestra morada. Las nubes de la desgracia envuelven por completo este recinto, y al volver los ojos en torno mío, solo distingo el fantasma de la miseria que con el brazo extendido me dice: “Acata los inapelables mandatos de la Providencia”.
(Dictando.) Distinguido amigo: el negro ángel de la fatalidad bate hoy sus alas en nuestra morada. Las nubes de la desgracia envuelven por completo este recinto, y al volver los ojos en torno mío, solo distingo el fantasma de la miseria que con el brazo extendido me dice: “Acata los inapelables mandatos de la Providencia”.
ARTURO
(Levantándose) ¡Dame un abrazo! ¡Esa metáfora me ha llegado al alma!
RODOLFO
Gracias. ¡Vamos, hombre, si escribiendo necrologías soy un toro!
ARTURO
(Sentándose.) Sigue.
RODOLFO
Usted se presenta como faro salvador en el encrespado mar de mis tristezas.
ARTURO
¡Qué bonito! ¡Qué bonito! Desearía morirme para que me hicieras mi crónica.
RODOLFO
Sí, don Pepe, amigo querido (Canta), esta mañana he tenido la desgracia de perder al ser que más quería, a mi primo Pachencho, que era la alegría de esta casa y uno de los seres a quien adoraba mi padre… (Déjale caer una lágrima ahí.) (Arturo hace esfuerzos por llorar y al no conseguirlo va en busca de la palangana, moja sus dedos y rocía la carta.) Como usted sabe, mi situación es apuradísima, no tengo para los gastos que exige un suceso de esta índole. Así espero que usted me adelante algún dinero…
(Levantándose) ¡Dame un abrazo! ¡Esa metáfora me ha llegado al alma!
RODOLFO
Gracias. ¡Vamos, hombre, si escribiendo necrologías soy un toro!
ARTURO
(Sentándose.) Sigue.
RODOLFO
Usted se presenta como faro salvador en el encrespado mar de mis tristezas.
ARTURO
¡Qué bonito! ¡Qué bonito! Desearía morirme para que me hicieras mi crónica.
RODOLFO
Sí, don Pepe, amigo querido (Canta), esta mañana he tenido la desgracia de perder al ser que más quería, a mi primo Pachencho, que era la alegría de esta casa y uno de los seres a quien adoraba mi padre… (Déjale caer una lágrima ahí.) (Arturo hace esfuerzos por llorar y al no conseguirlo va en busca de la palangana, moja sus dedos y rocía la carta.) Como usted sabe, mi situación es apuradísima, no tengo para los gastos que exige un suceso de esta índole. Así espero que usted me adelante algún dinero…
La construcción del
personaje de Pachencho se basó en su enérgico amor por la música, por el
alcohol y por la sensualidad de la mulata Rosalía. Esta obra está basada en un
esquema rústico, pero se engrandece con la caracterización del ambiente y el
delineado de los personajes de acuerdo a ese entramado de conflictos que los
rodeaban.
Además, la obra se estrena
en el mismo año en que se aprueba la Enmienda Platt y por tanto la creatividad
del autor, y el aporte en escena de los actores, responden a la burla y el
choteo como instrumentos para la evasión del hostil entorno.
“Tin tan, te comiste un
pan” era un dicho de principios del siglo pasado que significaba lo mismo
que “metiste la pata”, es decir, se
refería a que alguien se había equivocado. “Te comiste un pan” también era
equivalente a este significado, y para situaciones como esta muchos decían: “te
comiste el millo” o “te comiste un cake”. “Ese fue el título que utilizaron los
hermanos Robreño para una obra teatral humorística, que ha trascendido hasta
nuestros días con el título de El
velorio de Pachencho y se estima que sea la pieza teatral cubana
más veces representada” (Teijeiro, J. T. 2013).
Robreño también actuaba y
entre sus representaciones encontramos el negrito y el gallego, seguidos por
los coros y el cuerpo de baile, el cual era una representación burlesca de la
realidad y todos regalaban al público masculino un espectáculo de sátira
política y de crítica social envuelta que utilizaba diferentes estrategias para
mantener el dinamismo y la diversidad en la escena.
Por su parte Villoch, con
su estilo llano y directo, “escribió alrededor de trescientas obras (razón por
la cual es conocido como el Lope de Consulado), entre sainetes, operetas,
parodias, revistas y zarzuelas, algunas muy recordadas, como La isla de las cotorras, La danza de los millones, La República Griega, La casita criolla, El rico hacendado. Su última obra fue Guamá, zarzuela estrenada en el teatro Martí en 1936, con música de
Rodrigo Prats”, (Boudet 2001). Se dice que también intentó hacer teatro
dramático pero fracasó en varias puestas de este tipo y comprendió que la
sátira relacionada con la actualidad social era lo que verdaderamente le daba
el éxito.
Para muchos
investigadores, la obra de Villoch debe analizarse como un suceso escénico en
el cual música, la coreografía y la escenografía se conjugaban para un
espectáculo total.
Según el investigador
Álvaro López, la combinación de características del teatro vernáculo con la
descripción del ambiente es una de las fórmulas empleadas. En los bajos fondos
aparecen los criollos de diferente rango: negritos zafios y mulatas de toda
estirpe. Pero la ambientación es por lo general neutra, sin contexto, salas y salones
intemporales o el reducto de la marginalidad, el "solar" que pervive
en el costumbrismo de nuestros días.
En muchas de estas obras,
el doble sentido, el choteo y el juego de palabras resalta en las situaciones,
mientras que el desenlace ofrece el restablecimiento de la armonía con una
contagiosa rumba, final de apoteosis y
reconciliación.
Por ejemplo, la obra de
teatro La casita criolla, del año
1912, no es más que una sátira a la reelección del presidente José Miguel Gómez
y sin dudas, marcó la madurez de este
escritor. Para muchos autores, fue La
casita criolla, el eje que determinó el decursar de la obra de Villoch.
Aquí aparece la mulata
como símbolo sexual por excelencia. Villoch la compara con el "asúca de
refino (sic) [...]", "dicharachera y rumbera y amiga de la
jarana/ el que me ve se disloca/ y el que me sigue me mata." Y además, el
propio personaje se define a sí mismo dentro de la obra, al tiempo que se vale
de la exposición de otros elementos de aquel tipo de teatro, para completar su
discurso: "Salta a la vista la causa/ tratándose de una obrita
bufo-lírica-cubana/ ¿cómo es posible, señores, que faltase la mulata?".
En el diálogo entre el
Negrito y la Negrita, en el tercer cuadro, se puede apreciar un profundo
arraigo del habla popular, referencias a las costumbresen cuanto al vestir, así
como la interacción que propiciaban los actores con el público y la relación de
los textos con la música y el baile. Un ejemplo de la complementariedad de
acciones, temáticas y recursos artísticos para representar la sociedad de la
época:
NEGRITO
Así me gustan a mí
la negrita sandunguera,
que se vistan retrechera
a la moda de Parí.
¿Me da uté el braso, señora?
NEGRITA
Con mucho perí, caballero.
NEGRITO
(Al público)
Échenle vita al sombrero
Chantecler de última hora
¿Qué má le guta a uté, el va,
los chotises o el air-estepe?
NEGRITA
Eso e de mucho julepe
y lo hace a uno sudá
NEGRITO
Pues, entonse, corazón
¿Qué cosa va a bailotearse?
NEGRITA
Eso no ha de preguntarse…
NEGRITO
No diga utémá: ¡e dansón!
Así me gustan a mí
la negrita sandunguera,
que se vistan retrechera
a la moda de Parí.
¿Me da uté el braso, señora?
NEGRITA
Con mucho perí, caballero.
NEGRITO
(Al público)
Échenle vita al sombrero
Chantecler de última hora
¿Qué má le guta a uté, el va,
los chotises o el air-estepe?
NEGRITA
Eso e de mucho julepe
y lo hace a uno sudá
NEGRITO
Pues, entonse, corazón
¿Qué cosa va a bailotearse?
NEGRITA
Eso no ha de preguntarse…
NEGRITO
No diga utémá: ¡e dansón!
Desde el título, La casita criolla, apuesta por la ironía
y la burla de la situación social de la época, ya que este título se debe al
supuesto origen humilde del presidente que prometía honradez para dirigir el
gobierno. "Por eso a mí no me importa: a mí lo mismo me da, que mande Juan
como Pedro, porque no soy liberal, y conservador, maldito, ni tengo qué
conservar, y si me dan tres pitazos, que mande el que ha de mandar...",
proclama el texto de Villoch. Esto demuestra la filosofía de la desilusión de
la mayoría del pueblo cubano a través de la síntesis de palabras que muchas
veces rimaban y se engrandecían al complementarse con otros elementos
escénicos. Según Eduardo Robreño, “es posible que los libretos conservados,
desprovistos de la música que les era consustancial, revelen con más facilidad
los ripios, la prisa, la baja calidad literaria, la situación repetida”.
Además de su labor
literaria, y según declaraciones de algunas personas que lo conocieron, Villoch
como actor era capaz de interpretar cualquier personaje menos el negrito,
dominaba los bailes cubanos y tenía una
voz extraordinaria para obras que requerían de alto timbre musical.
Luego del año 1930, con el
machadato y el desequilibrio económico, se produjo la destrucción del Teatro
Alhambra.
Así
recuerda Julio Correa aquel 18 de febrero de 1935: “Era
medianoche y acababa de terminar la última tanda. Estaba en el vestíbulo
conversando con el recaudador. El techo tenía unas planchas de zinc y él me
dijo: ‘¿No sientes un ruido extraño allá arriba?’ De pronto, me doy cuenta que
aquello se venía abajo. Cerca de nosotros había unos anuncios de artistas. En
fracciones de segundos me tiro y empujo con mi cuerpo al recaudador.
Fuimos al piso, pero los escombros no nos cayeron encima. Así salvamos la
vida. Ese fue el último día de aquel criollísimo recinto. (Por
Laura Barrera Jerez y Yoel Almaguer de Armas)
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