Entre la vida y la muerte, una mezcla de subordinaciones
nos remite, irónicamente, a los hombres.
Desde el año 1530 y hasta 1698
los reyes ingleses residÃan en el llamado Palacio de Whitehall. HabÃa sido la
mayor de las construcciones de su tipo en Europa, pero fue destruido por el
fuego.
Solo quedó el mito, la
historia.
En 1914, Edward Grey, ministro
de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña sufrÃa: Las lámparas se apagan en toda Europa.
Contemplaba las luces de
Whitehall durante la noche en que su paÃs y Alemania entraban en guerra. No volveremos a verlas encendidas antes de
morir.
Otra vez la desidia corrompÃa la paz. VendrÃan 31
años de sangre. SerÃa, en palabras de Eric Hobsbawn, el derrumbe del gran
edificio de la civilización decimonónica.
El escritor satÃrico Karl Kraus auguraba los últimos dÃas de la humanidad. Y
aunque quedaron más horas para los almanaques, se reducÃa el respeto entre los
humanos, se quebraba la armonÃa de la naturaleza, se violaba el orden del mundo.
La relación entre la vida y la muerte
manifiesta la responsabilidad de los hombres por preferir el lado oscuro de la
existencia.
Desde entonces apagamos luces sin
pensar en Whitehall... Sin
pensar. (Por Laura Barrera Jerez)
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