Era viernes 28. El enero de 1853 traÃa
sorpresas. Desde entonces los veranos y los inviernos en Cuba serÃan
diferentes, Cuba serÃa diferente. Leonor sufrÃa los dolores de traer al mundo un hijo que desde entonces le pertenecÃa a
otros.
Quizás
el niño hubiera amado más el mar, pero su vida serÃa tan tempestuosa que no tendrÃa
tiempo para esas soledades, aunque habÃa nacido en una pequeña casa de la calle
Paula, muy cerca del puerto de La Habana.
El
padre, llegó a la Isla como sargento del ejército español y la madre también
traÃa sangre ibérica. Pero Pepe era de Cuba y los libros se encargarÃan de
llenarle esos espacios de tristeza tras el desempleo de Don Mariano y la férrea
voluntad de la Señora Leonor para cuidar la familia.
Pronto
el niño comenzó a trabajar en una bodega porque el padre consideraba suficientes
sus conocimientos y lo sacó del colegio para que pudiera ayudar en el sustento
de la casa.
Sin
embargo, tras el maltrato del patrón y la groserÃa de algunos clientes, Pepe
decide ir hasta la casona del colegio de San Pablo. Se ofrece a ayudar en lo
que sea necesario y la familia Mendive lo acoge como un hijo. Desde entonces
Don Rafael serÃa su maestro.
José
Julián habÃa aprendido que “el cariño es la más correcta y elocuente de todas las
gramáticas”. Y con la premisa de esa sensibilidad se formaba en su interior el
poeta, el amigo, el dirigente, el hombre de luto permanente, el héroe.
“Sueño con claustros de mármol
Donde en silencio divino
Los héroes, de pie, reposan:
¡De noche, a la luz del alma,
Hablo con ellos: de noche!
Están en fila: paseo entre las filas:
las manos
De piedra les beso: abren
Los ojos de piedra: mueven
Los labios de piedra: tiemblan
Las barbas de piedra: empuñan
La espada de piedra: lloran:
¡Vibra la espada en la vaina!
Mudo, les beso la mano”
José
Martà viajó el mundo y luchó en Cuba. Incomprensiones y rechazos lo
acompañaban, pero la fuerza de sus ideales era más fuerte. Caminaba
pausadamente. Acentuaba la mirada en todo y en todos.
Un
dÃa sintió la presión de tantos avatares y dijo: “En el mundo ha de haber
cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay
muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que llevan en sà el decoro de
muchos hombres”.
José
Martà se sintió responsable siempre, responsable de la Patria. Y aquà descansa,
en Cuba. ¿Dónde más podÃa haber muerto? ¿Dónde más podÃa haber nacido?
Poco
a poco José Julián fue Pepe y luego, José MartÃ. Desde la frÃa madrugada del 28
de enero de 1853, el niño tenÃa señalado su destino y 42 años de vida fueron
suficientes para consumarlo.
Quizás
lo sabÃa desde que nació, desde que Leonor sufrÃa sus dolores de parto, desde
aquel viernes de invierno en el segundo
piso de la casa de la calle Paula. Quizás desde entonces esta era su voz:
“Dame el yugo, oh mi madre, de manera
Que puesto en él de pie, luzca en mi
frente
(Por
Laura Barrera Jerez)
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