“Estar en La Habana y no asistir al Alhambra era un pecado.
Los más jóvenes hacían cualquier cosa por asistir a aquel teatro donde se
manejaba el doble sentido y se abordaban, desde el choteo más criollo, cuantos
temas y asuntos conmovían nuestra realidad nacional.”
Julio Correa
Dentro de los estudios y
las investigaciones de los procesos culturales cubanos, existe una deuda con el Teatro Alhambra. Más de un siglo
después de su inauguración, de susaños de esplendor y de su destrucción, lahistoria
ha sido contada por fragmentos, y acompañada por una agravante contradicción
entre quienes aplauden y reverencian el género alhambresco y quienes como Rine
Leal (importante investigador del teatro cubano) lo califican como una banalidad y ligero entretenimiento.
El teatro bufo, surgido en
la segunda década del siglo XIX, había sido una forma peculiar de la comedia.
Entre sus características resalta la sátira constante que puede ser obscena en determinado momento. Esta
forma teatral se cubanizó al incorporar
elementos propios de los barracones de esclavos y de los barrios marginales.El
dramaturgo y crítico cubanoNorge Espinoza Mendozaasegura que del teatro bufo
cubano se habla escasamente como un hecho dramatúrgico ya que era un teatro
creado por y para las tablas, y ha quedado como eco de una escena aparentemente
primaria y sin pretensión de altura literaria.“Pocos períodos de nuestra vida
teatral han sido tan idealizados, reimaginados y subvalorados como este. (…)
Por mucho tiempo se consideró esa producción como residuo, acto marginal”.
A principios del siglo XX
surge una forma más elaborada de la comedia autóctona (como coinciden en
calificarlo muchos autores): el teatro vernáculo, donde continuaban
predominando los temas de la actualidad nacional y el costumbrismo, y donde los
actores se valían del humor criollo y la ironía para el tratamiento de los
asuntos políticos.
En Cuba, el teatro Alhambra
es un referente obligado en este sentido. Sin dudas, sus personajes, con sus
peculiares maneras de decir, alcanzaron undiscurso propio cuya finalidad no era
reproducir los elementos elitistas de la alta cultura, sino fundir los
intereses de las clases menos
favorecidas de la sociedad y ridiculizar
determinadas angustias sociopolíticas de la época.
“La concepción de la vida
como broma, como una suerte de comedia cruel, es otra posibilidad de lectura.
El idioma estalla en esas piezas como máscara: éramos lo que hablábamos. Y el
tono de la vida se descubre en esas piezas, escritas más para ver que para
leer, pero no por ello desdeñables en tanto fe de un país que hacía teatro de
sus propios desenfrenos”. (Espinoza Mendoza, N.: 2012)
En el género alhambresco,más
allá de exageraciones humorísticas, quedaron cifradosdisímiles componentes de nuestraidiosincrasiasi
asumimos que “la identidad cultural de una comunidad humana es la forma en que
dicha comunidad asume, de forma consciente (con un discurso racional o como
vivencia cotidiana), toda manifestación o expresión de su ser espiritual y
material, creado durante su devenir histórico, hállese o no organizada como
nación o estado” (Zamora, R.:2000).
Pero, ¿cómo contribuyeron
el Alhambra y las obras de sus autores, a la conformación de la identidad
cubana? ¿Qué características de los textos representados en este teatro responden
a nuestras maneras de hacer y de pensar como individuos? ¿Cuánto le debemos al Alhambra?
En aquel escenario se
mezclaban intereses, poderes, razas, costumbres, anhelos…Es por ello que la
consulta de algunas obras y el
acercamiento a determinados autores que escribieron para estas tablas, permite
evaluar la importancia del Teatro Alhambra dentro de la cultura nacional.
Teniendo en cuenta estas
cuestiones, exponemos de manera resumida algunos elementos históricos del
Alhambra y su significación y legado dentro de la literatura y delos procesos
culturalescubanos a través de sus
representaciones teatrales. (Por Laura
Barrera Jerez y Yoel Almaguer de Armas)
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