El Bárbaro del Ritmo, Benny Moré la
hizo popular "Esa mata es siguaraya que sin permiso no se puede
tumbar." Así dice el antológico tema, mientras que la fraseología cubana
extiende su significado. Para dar muestra de que una situación está complicada
podemos oír a cualquiera gritar ¡Le ronca la siguaraya! Con estos antecedentes
y una curiosidad lingüística que me acompaña permanentemente decidí ir más
allá.
San Google,
que todo o casi todo lo sabe, reconoce la siguaraya como un árbol silvestre muy
común en Cuba y Costa Rica que se le puede localizar en las orillas de los arroyos,
a lo largo de los caminos, las cercas y también en los montes bajos. Pero la
historia no termina aquí.
Mi padre con
esa sabiduría campestre, una y otra vez vuelve sobre la misma palabra. Regresa
del agro entre molesto, desilusionado e impotente, o las tres cosas juntas, por
no poder hacer nada ante los altísimos precios. Llega con gotas chorreantes en
el rostro pues lleva tres mañanas consecutivas intentando resolver un trámite y
no lo logra. En todas los casos, me dice “niña, no es fácil, CUBA ES EL PAÍS DE
LA SIGUARAYA”. No es deliberado escribir la frase en mayúsculas. Es una
metáfora realista, que si se mira con un caleidoscopio, se encuentran maravillas.
Mi padre bien
podría decirlo para invocar a la suerte para resolver sus problemas, pues de
acuerdo con la religión africana, el dueño de la siguaraya es Changó y
es el primer palo del monte. Esta planta se utiliza para "abrir los
caminos y la suerte de que quien la invoca pero los cierra para el
enemigo". Así hacemos los cubanos abrimos las puertas a todos, pero de
solo oler que van a quebrantar
nuestros logros, ponemos las rejas.
Otra versión
posible es la analogía con Cuba por lo difícil que resulta arrancar esa planta.
Más de cincuenta años construyendo una Revolución de los humildes, con los humildes y para los humildes, una
Revolución de meteduras de pata y rectificación
de errores; de cristianos y santeros, de barrios despintados, de esos que la
prensa llama “periféricos” según las letras de Buena Fe y el histórico centro
citadino abrumado de flashes y turistas. Pero igual, sea del modo que sea, es
una isla que permanece retando, embistiendo con firmeza.
Estas dos
ideas no tienen por qué molestar a mi progenitor. Al pinareño que tengo en casa
eso lo hace sentirse terriblemente orgulloso. Sin embargo, con los ojos abiertos
mira el país y lo que le exaspera son los absurdos que vive a diario: la
condenada pirámide invertida, los carretilleros haciéndose más ricos que los
que trabajan la tierra, la pérdida innecesaria de tiempo en papeles aún más
innecesarios, los rincones olvidados de la arquitectura en la Habana. Edificios
corroídos y pendiendo de un bloque. Eso le molesta tanto como el bloqueo mental
interno, más que el económico y financiero externo y real, tanto o más que las
decisiones arbitrarias y las consignas gastadas que ya no dicen nada. Le
molesta tanto la censura que impide el desarrollo, como el secretismo
informativo. Ahora entiendo su frase. Yo también lo diría sin pena CUBA ES EL
PAÍS DE LA SIGUARAYA. (Por Isely Ravelo
Rojas)
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