Se va el año 2016 y en estos días
finales una pregunta levita por sobre todas las demás cuando se habla del
futuro político, económico y social en el subcontinente: ¿será 2017 el año del
fin de la izquierda latinoamericana?
Cuando en el norte resuenan aun las
campanas del triunfo “sorpresivo” de Donald Trump, y con él la vuelta de los
republicanos a ambas cámaras del Congreso; en el resto del continente algunos
se preparan para ajustar los pantalones en una era que pudiera estar marcada
por notables retrocesos, pero ¿será el fin?
Caen
dos grandes
Brasil, la más importante economía de
Latinoamérica, también denominado gigante sudamericano por mucho más que su
extensión territorial, se ha visto envuelto en un cataclismo político. Dilma
Rouseff fue finalmente separada del cargo y el Senado intentó poner fin de ese
modo al período progresista en el país, liderado por el Partido de los
Trabajadores (PT).
Luego le tocaría el turno al propio
presidente del ente legislativo, cuando la justicia lo inhabilitó
políticamente. Mientras, Michel Temer, anterior vicepresidente de Rouseff,
logró la aprobación del Proyecto de Enmienda Constitucional que limita el gasto
público por un período de veinte años, o lo que es lo mismo, establece límites
al desarrollo futuro de la nación.
Sumida en la más profunda crisis
política e institucional en tiempos de democracia, el gigante del sur ha visto
cómo las principales figuras del PT, entre ellas Luis Inácio Lula Da Silva, son
sometidas a procesos judiciales en una macabra estrategia para evitar que
puedan, en un futuro inmediato, optar por regresar al palacio de Planalto.
Si Brasil fue noticia en este sentido,
no menos lo llegó a ser durante este año que concluye otro gigante, Argentina,
donde los aires de cambio impulsados por Mauricio Macri, quien cumple ya un año
de gestión, suman de modo conservador varios tarifazos al transporte público, al
gas y a la electricidad.
A ello se adiciona el encierro
arbitrario de la luchadora social Milagros Salas aun en contra de una
resolución dictada por la Organización de Naciones Unidas; altos niveles
inflacionarios; la destitución del Ministro de Hacienda y Finanzas por
evidentes conflictos al interior del gobierno; el veto reciente a una ley
emitida por el Congreso donde se aprobaba el incremento del salario mínimo y la
incesante persecución a la izquierda kirchnerista.
La propia Cristina Fernández enfrenta
varios procesos judiciales impulsados, sin lugar a dudas, desde las instancias
gubernamentales, mientras las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, como en
tiempos de la dictadura, regresan al espacio público como símbolo de una
Argentina que “cambia” al estilo Macri.
Las
sorpresas
El proceso de paz en Colombia, el gran
logro del año para el continente y buena parte del mundo; celebrado por las más
importantes figuras internacionales, desde el Papa Francisco hasta el
presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, tuvo su gran sorpresa cuando
contrario a todo pronóstico se impuso por innegable mayoría quienes apostaban
por el No a los acuerdos que habían sido aprobados en La Habana y firmados,
poco antes, entre el presidente del gobierno nacional y el líder de las
FARC-EP.
Sin un plan B, Juan Manuel Santos
envió de vuelta a los equipos negociadores a La Habana, se reestructuró el
acuerdo final con cambios sustanciales en más del 95% de los puntos y ya
terminada la segunda fase se aprobó en el Congreso Nacional, a quien
corresponde ahora legislar lo necesario, en medio de un clima de confrontación
entre defensores y detractores. Incluso el Papa Francisco se reunió con el
presidente colombiano y Álvaro Uribe, máximo representante de los opositores al
acuerdo con los insurgentes, sin que haya habido logros sustanciales más allá
del plano simbólico.
Mucho antes el propio Evo Morales
había fracasado ante su prueba de fuego: la mayoría de los bolivianos se negó a
una posible reforma constitucional que posibilitara la reelección del
mandatario para un nuevo período presidencial, donde resultaron ganadores los
promotores de una campaña de desprestigio contra el líder indígena.
Otros
avatares
El resto de la izquierda en América
Latina tiene sus propias lecciones en este 2016 que ya concluye.
En Paraguay se aprobó la
inhabilitación política como futuro candidato presidencial al destituido
Fernando Lugo, en un logrado plan por relegar al Frente Guasú, tercera fuerza
política del país, en la carrera por la presidencia.
Uruguay, en curiosa componenda con
Brasil, Argentina y Paraguay, asumió en el último semestre un triste papel al
interior del Mercado Común del Sur
(MERCOSUR), al permitir la exclusión de Venezuela del bloque regional, lo que
pone en entredicho al propio Frente Amplio.
Lo que un día pudo considerarse como
izquierda chilena se ha transformado también en dudas durante este segundo
mandato de Michelle Bachelet. Un largo diferendo con Bolivia a instancias de La
Haya por su salida al mar, los conflictos internos por las postergadas reformas
educacionales y la huelga que afectó a los camioneros bolivianos, apostó por
desunir en lugar de estrechar lazos, como en otra época se estilaba.
La Revolución Ciudadana en el Ecuador
vivió el último año con Rafael Correa al frente. Luego de su negación a presentarse
a nuevos comicios electorales tras una posible reforma constitucional, Correa
deja el camino libre para Lenín Moreno, quien fuera su vicepresidente en el
primer período presidencial, a quien corresponderá ahora capitalizar la
confianza nacional.
El Salvador tampoco se las vio del
todo bien. Un bloqueo en el Congreso por el principal partido opositor, puso en
jaque al gobierno nacional presidido por el ex guerrillero Salvador Sánchez
Cerén, al demorarse la aprobación del presupuesto del Estado y la elección de
los magistrados a la Corte de Cuentas.
Tampoco fue un buen año para
Venezuela, a quien la drástica caída de los precios del petróleo sumió en la
peor crisis económica que ha padecido el país desde la llegada del chavismo al
poder en 1999, con una inflación que supera el 20 mil por ciento y una dura
situación política luego de que la oposición se hiciera del control de la
Asamblea Nacional.
¿Será
2017 el fin?
Todo pronóstico sobre el futuro es
complejo, ¿pero será definitivamente el fin de la izquierda en América Latina?
No lo creo, aunque el escenario será difícil.
Con la victoria electoral del
sandinismo en Nicaragua y el muy probable triunfo de Lenín Moreno en el Ecuador
como garantía a la Revolución Ciudadana, junto a la continuación del proceso
transformador liderado por Evo Morales y Nicolás Maduro, estos cuatro países
continuarán siendo el eje central de la izquierda en el subcontinente.
El Movimiento liderado por Morales
tendrá un año decisivo en este 2017 cuando deban intentar nuevamente optar por
una de las cuatro opciones propuestas para lograr la posibilidad de que pueda
postularse como candidato presidencial. Tampoco la tendrá nada fácil el
chavismo en Venezuela, aunque cuenta a su favor con el reciente acuerdo de la
OPEP de congelar la producción mundial de crudo y con ello la paulatina
elevación de los precios del petróleo.
Este 2017 será un año de amplia
polarización en América Latina: de un lado la derecha neoliberal y del otro la izquierda sumida en sus propias
dificultades y contradicciones. Ya la Comisión Económica para América Latina y
el Caribe (CEPAL) anunció que no será un buen año económicamente y seguro que
tampoco en lo político ni en lo social. (Por
Eduardo Pérez Otaño)
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