“El arte no es
propaganda, y ni en nombre de la
Revolución resulta lícito el escamoteo de sus
significaciones”.
Alfredo Guevara
En 1960, durante
la visita de Jean Paul Sartre a Cuba, en un encuentro con intelectuales y a
partir de reflexiones de algunos de los presentes, se preguntaba si “¿se podía
hacer una literatura que dijera sí (sí al conjunto) porque si uno no lo hacía
sería un contrarrevolucionario?”. (Vergara, 2011)
La pregunta de
Sartre gravitaría largo tiempo en la intelectualidad cubana. A raíz de la
censura oficial del documental PM de
Sabá Cabrera Infante y Orlando Leal en 1961, se desarrolló durante el mes de
junio de ese mismo año en la Biblioteca Nacional uno de los debates más
trascendentales en tanto marcaría la ruta a seguir en el campo cultural cubano.
Se dieron cita
intelectuales y políticos, culminando el encuentro con el discurso de Fidel
denominado Palabras a los intelectuales,
el día 30 de junio. Se convertiría este en un documento fundamental para
entender todo lo que sucedería después. Habían pasado apenas cuarenta y cinco
días del ataque por Playa Girón y el país aún se encontraba en pie de guerra en
todo los frentes.
En sentido
general, “con este documento se cierra la discusión sobre el carácter de la
Revolución Cubana: una revolución socialista; pero a la vez se convierte en un
punto esencial de sus planteamientos la libertad de creación; preocupación
latente en gran número de artistas y escritores”. (Marante & Sabatés, 2010)
El valor
fundamental que puede reconocérsele a Palabras…
es, en lo esencial, haber constituido la primera expresión clara de la nueva
política cultural que la Revolución aspiraba a desarrollar. Cuestiones sobre el
papel del arte y los intelectuales así como las libertades en lo formal y en lo
creativo, fueron ampliamente abordadas.
“Se habló aquí de
la libertad formal. Todo el mundo estuvo de acuerdo en que se respete la
libertad formal. Creo que no hay duda acerca de este problema” (Castro, 1961) aseguraba Fidel,
quien en referencia al contenido planteó que debía meditarse más sobre eso,
porque era una cuestión de mayor complejidad.
No exento de
polémica estuvieron aquellas palabras del joven líder revolucionario en tanto
defendían la necesidad de que los intelectuales se pusieran al servicio de la
Revolución. Citada miles de veces, reinterpretada otras tantas, Fidel dejaría
claro que:
“Esto
significa que dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución nada. Contra
la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos y el primer
derecho de la Revolución es el derecho a existir y frente al derecho de la
Revolución de ser y de existir, nadie. Por cuanto la Revolución comprende los
intereses del pueblo, por cuanto la Revolución significa los intereses de la
Nación entera, nadie puede alegar con razón un derecho contra ella… Creo que
esto es bien claro. ¿Cuáles son los derechos de los escritores y de los
artistas revolucionarios o no revolucionarios? Dentro de la Revolución: todo;
contra la Revolución ningún derecho”.(Castro, 1961)
En el análisis al
respecto debe tenerse en cuenta que Cuba se encontraba en plena guerra abierta
contra los Estados Unidos y la oposición interna. Por ello, la joven Revolución
defendía su derecho a existir y solicitaba el concurso de todos, aunque ello
significara el abandono de posiciones personales. Como coyuntura política
puntual puede comprenderse fácilmente, mas resulta igualmente comprensible la
inmediata oposición de un sector de la intelectualidad que estaba al tanto de
la política cultural aplicada en la URSS y veía, con temor, el acercamiento
acelerado entre Cuba y la Rusia Soviética.
En su discurso,
Fidel trazaría otras líneas claves, y
solicitó también “al artista que desarrolle hasta el máximo su esfuerzo creador;
queremos crearle al artista y al intelectual las condiciones ideales para su
creación porque si estamos creando para el futuro ¿cómo no vamos a querer lo
mejor para los actuales artistas e intelectuales? Estamos pidiendo el máximo desarrollo
en favor de la cultura y muy precisamente en función de la Revolución, porque
la Revolución significa, precisamente, más cultura y más arte”.(Castro, 1961)
Sin embrago, “el
gran peligro de las palabras del líder cubano, es promover el «panfleto» en
aras de creaciones artísticas y literarias, poner al servicio de la población
obras bien vistas por el prisma del gobierno revolucionario, pero con el riesgo
de no tener la calidad de una verdadera obra con valores artísticos. Y esta
preocupación se reflejó constantemente en gran número de escritores y artistas.
No bastaba con ser un intelectual comprometido, sino aportar obras de calidad”.(Marante & Sabatés, 2010)
Según refieren
Marante y Sabatés (2010) en el artículo Concepciones
ideo-estéticas en la política cultural cubana de la década del sesenta, “el
conflicto con PM, sale a la palestra
pública en un período donde el gobierno revolucionario intentaba unir a los
tres grupos políticos que participaron en la lucha conjunta contra el dictador
Fulgencio Batista y que a la vez constituían la base para la creación de un
partido único que unificara las divergencias política-ideológicas, todavía
existentes a dos años de revolución. En esta etapa inicial y principalmente
entre 1959 y 1961, los conflictos ideológicos y estéticos, estuvieron presentes
en el panorama de la cultura nacional”.
La polémica
inicial en los sesenta encontraría no pocas trincheras: de un lado Carlos
Franqui y Guillermo Cabrera Infante, director el primero del periódico Revolución y el segundo de su suplemento
cultural Lunes de Revolución. De otra
parte se situarían Bohemia y el
periódico Noticias de Hoy,
perteneciente al PSP.
Según refieren
algunos autores, las diferencias con la política cultural de la Revolución
expresadas por el grupo de intelectuales nucleados alrededor de la publicación
de Franqui, más que de carácter estético eran personales. Fuertes divergencias
se manifestaron entre Alfredo Guevara con el ICAIC y Lunes…, quien arremetió particularmente contra la institución
cinematográfica recientemente fundada. También serían centro de las embestidas
el grupo Orígenes, Alicia Alonso,
René Portocarrero y José Antonio Portuondo, entre otras importantes figuras.
“El mérito a
dicha publicación, no se le puede negar, pues fomentó el debate, aunque
apartándose de toda perspectiva socialista, incluso desde sus rencillas con
miembros del PSP, en la década del cincuenta. Esto también provocó un
distanciamiento con intelectuales comprometidos con el proceso revolucionario y
por los caminos que tomaba la revolución misma y por el papel asumido dentro de
la cultura cubana del momento, que se debatía en un arte con los principios del
realismo socialista soviético o un arte comprometido con un socialismo a lo
cubano”. (Marante & Sabatés, 2010)
Dos meses después
de Palabras a los intelectuales, se
celebraba en La Habana el Primer Congreso Nacional de Escritores y Artistas de
Cuba, donde se discutió sobre lo planteado por Fidel en la Biblioteca Nacional,
iniciándose así una larga discusión que duraría toda la década del sesenta e
incluso hasta inicios de los setenta. De aquel encuentro surgiría la Unión de
Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), con Nicolás Guillen al frente. La UNEAC
se convertiría en lo adelante, en el espacio para la polémica y el debate permanente,
mérito que aun llega hasta nuestros días.
“Se defendía por
un lado la pertinencia del realismo socialista y por otro un arte de realidad
objetiva, para la cual no existe una cultura burguesa o proletaria, sino
corrientes estéticas. Los primeros defendían un arte que solo refleja la
realidad y los segundos un arte universal sin carácter de clase. En el plano
literario destacó el debate de José Antonio Portuondo y Ambrosio Fornet; desde
el punto de vista cinematográfico, entre Blas Roca y Alfredo Guevara; en cuanto
al arte en sentido general entre un grupo de cineastas y Mirta Aguirre
principalmente, y en polos diferentes se encontraron Jesús Orta Ruiz y Jesús
Díaz, también sobre este último aspecto”.(Marante & Sabatés, 2010)
El 6 de noviembre
fue cerrado Lunes de Revolución,
cinco meses después de Palabras a los
intelectuales. Incidieron particularmente en tal decisión, las profundas
diferencias políticas de Franqui e Infante, declarados anticomunistas los dos,
ante el rumbo que tomaba la Revolución Cubana. Sustituiría a esta publicación La Gaceta de Cuba, emitida por la recién
creada UNEAC.
En 1963,
resultado de un debate entre cineastas cubanos, quedaría expresamente dicho que
“herencia de la humanidad, cristalización histórica del trabajo creador de
todos los pueblos y todas las clases, la cultura no es, exclusivamente, expresión
de los intereses de una clase o pueblo determinados. No existen una cultura burguesa y una cultura proletaria antagónicamente excluyentes. El carácter universal de la cultura impone, como tarea de
la mayor importancia, la preservación de la
continuidad de la cultura y la
consiguiente comunicación efectiva entre las más valiosas expresiones
culturales de todos los pueblos y todas las
clases”. (Pogolotti, 2006) Estas conclusiones eran respaldadas,
entre otros, por Jorge Fraga, Julio García Espinosa y Tomás Gutiérrez Alea.
“Conclusión que
produjo una respuesta inmediata de los escritores marxistas de actitud
científico-materialista. En especial en Edith García Buchaca, quien defendía el
derecho del gobierno de dirigir y orientar la cultura, en consecuencia con los fines
que se proponga. Mirta Aguirre, por su parte, abogaba que todo escritor y
artista debiera tener una sólida formación filosófica materialista”.(Marante & Sabatés, 2010)
Para Buchaca, “en
una sociedad socialista el Gobierno y el Partido tienen el deber no sólo de
«promover el desarrollo de la cultura», sino también el de orientarla y
dirigirla en consecuencia con los fines que la misma se propone”. (Buchaca, 2006) No tardaría esta
posición en recibir respuesta acalorada por parte de Jorge Fraga y otros
intelectuales.
Hasta el 63
coexistían en Cuba múltiples posiciones respecto al proceso de construcción de
la política cultural de nuevo tipo que la revolución demandaba cada vez más
urgentemente. Convivían los escritores y artistas de la vieja guardia con
quienes, emancipados por la victoria de enero, pretendían dotar a la Isla de un
modelo más apegado a los conceptos socialistas contenidos en los manuales. (Por Eduardo Pérez Otaño)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comente acá... porque somos de letra corta: