Ser o no ser… Polémicas culturales en los ‘60 (Parte III) - La letra corta

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26 de diciembre de 2015

Ser o no ser… Polémicas culturales en los ‘60 (Parte III)



 “El arte no es propaganda, y ni en nombre de la
Revolución resulta lícito el escamoteo de sus significaciones”.
Alfredo Guevara

En 1960, durante la visita de Jean Paul Sartre a Cuba, en un encuentro con intelectuales y a partir de reflexiones de algunos de los presentes, se preguntaba si “¿se podía hacer una literatura que dijera sí (sí al conjunto) porque si uno no lo hacía sería un contrarrevolucionario?”. (Vergara, 2011)

La pregunta de Sartre gravitaría largo tiempo en la intelectualidad cubana. A raíz de la censura oficial del documental PM de Sabá Cabrera Infante y Orlando Leal en 1961, se desarrolló durante el mes de junio de ese mismo año en la Biblioteca Nacional uno de los debates más trascendentales en tanto marcaría la ruta a seguir en el campo cultural cubano.

Se dieron cita intelectuales y políticos, culminando el encuentro con el discurso de Fidel denominado Palabras a los intelectuales, el día 30 de junio. Se convertiría este en un documento fundamental para entender todo lo que sucedería después. Habían pasado apenas cuarenta y cinco días del ataque por Playa Girón y el país aún se encontraba en pie de guerra en todo los frentes.


En sentido general, “con este documento se cierra la discusión sobre el carácter de la Revolución Cubana: una revolución socialista; pero a la vez se convierte en un punto esencial de sus planteamientos la libertad de creación; preocupación latente en gran número de artistas y escritores”. (Marante & Sabatés, 2010)
El valor fundamental que puede reconocérsele a Palabras… es, en lo esencial, haber constituido la primera expresión clara de la nueva política cultural que la Revolución aspiraba a desarrollar. Cuestiones sobre el papel del arte y los intelectuales así como las libertades en lo formal y en lo creativo, fueron ampliamente abordadas.

“Se habló aquí de la libertad formal. Todo el mundo estuvo de acuerdo en que se respete la libertad formal. Creo que no hay duda acerca de este problema” (Castro, 1961) aseguraba Fidel, quien en referencia al contenido planteó que debía meditarse más sobre eso, porque era una cuestión de mayor complejidad.

No exento de polémica estuvieron aquellas palabras del joven líder revolucionario en tanto defendían la necesidad de que los intelectuales se pusieran al servicio de la Revolución. Citada miles de veces, reinterpretada otras tantas, Fidel dejaría claro que:

“Esto significa que dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución nada. Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir y frente al derecho de la Revolución de ser y de existir, nadie. Por cuanto la Revolución comprende los intereses del pueblo, por cuanto la Revolución significa los intereses de la Nación entera, nadie puede alegar con razón un derecho contra ella… Creo que esto es bien claro. ¿Cuáles son los derechos de los escritores y de los artistas revolucionarios o no revolucionarios? Dentro de la Revolución: todo; contra la Revolución ningún derecho”.(Castro, 1961)

En el análisis al respecto debe tenerse en cuenta que Cuba se encontraba en plena guerra abierta contra los Estados Unidos y la oposición interna. Por ello, la joven Revolución defendía su derecho a existir y solicitaba el concurso de todos, aunque ello significara el abandono de posiciones personales. Como coyuntura política puntual puede comprenderse fácilmente, mas resulta igualmente comprensible la inmediata oposición de un sector de la intelectualidad que estaba al tanto de la política cultural aplicada en la URSS y veía, con temor, el acercamiento acelerado entre Cuba y la Rusia Soviética.

En su discurso, Fidel  trazaría otras líneas claves, y solicitó también “al artista que desarrolle hasta el máximo su esfuerzo creador; queremos crearle al artista y al intelectual las condiciones ideales para su creación porque si estamos creando para el futuro ¿cómo no vamos a querer lo mejor para los actuales artistas e intelectuales? Estamos pidiendo el máximo desarrollo en favor de la cultura y muy precisamente en función de la Revolución, porque la Revolución significa, precisamente, más cultura y más arte”.(Castro, 1961)

Sin embrago, “el gran peligro de las palabras del líder cubano, es promover el «panfleto» en aras de creaciones artísticas y literarias, poner al servicio de la población obras bien vistas por el prisma del gobierno revolucionario, pero con el riesgo de no tener la calidad de una verdadera obra con valores artísticos. Y esta preocupación se reflejó constantemente en gran número de escritores y artistas. No bastaba con ser un intelectual comprometido, sino aportar obras de calidad”.(Marante & Sabatés, 2010)

Según refieren Marante y Sabatés (2010) en el artículo Concepciones ideo-estéticas en la política cultural cubana de la década del sesenta, “el conflicto con PM, sale a la palestra pública en un período donde el gobierno revolucionario intentaba unir a los tres grupos políticos que participaron en la lucha conjunta contra el dictador Fulgencio Batista y que a la vez constituían la base para la creación de un partido único que unificara las divergencias política-ideológicas, todavía existentes a dos años de revolución. En esta etapa inicial y principalmente entre 1959 y 1961, los conflictos ideológicos y estéticos, estuvieron presentes en el panorama de la cultura nacional”.

La polémica inicial en los sesenta encontraría no pocas trincheras: de un lado Carlos Franqui y Guillermo Cabrera Infante, director el primero del periódico Revolución y el segundo de su suplemento cultural Lunes de Revolución. De otra parte se situarían Bohemia y el periódico Noticias de Hoy, perteneciente al PSP.

Según refieren algunos autores, las diferencias con la política cultural de la Revolución expresadas por el grupo de intelectuales nucleados alrededor de la publicación de Franqui, más que de carácter estético eran personales. Fuertes divergencias se manifestaron entre Alfredo Guevara con el ICAIC y Lunes…, quien arremetió particularmente contra la institución cinematográfica recientemente fundada. También serían centro de las embestidas el grupo Orígenes, Alicia Alonso, René Portocarrero y José Antonio Portuondo, entre otras importantes figuras.

“El mérito a dicha publicación, no se le puede negar, pues fomentó el debate, aunque apartándose de toda perspectiva socialista, incluso desde sus rencillas con miembros del PSP, en la década del cincuenta. Esto también provocó un distanciamiento con intelectuales comprometidos con el proceso revolucionario y por los caminos que tomaba la revolución misma y por el papel asumido dentro de la cultura cubana del momento, que se debatía en un arte con los principios del realismo socialista soviético o un arte comprometido con un socialismo a lo cubano”. (Marante & Sabatés, 2010)

Dos meses después de Palabras a los intelectuales, se celebraba en La Habana el Primer Congreso Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, donde se discutió sobre lo planteado por Fidel en la Biblioteca Nacional, iniciándose así una larga discusión que duraría toda la década del sesenta e incluso hasta inicios de los setenta. De aquel encuentro surgiría la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), con Nicolás Guillen al frente. La UNEAC se convertiría en lo adelante, en el espacio para la polémica y el debate permanente, mérito que aun llega hasta nuestros días.

“Se defendía por un lado la pertinencia del realismo socialista y por otro un arte de realidad objetiva, para la cual no existe una cultura burguesa o proletaria, sino corrientes estéticas. Los primeros defendían un arte que solo refleja la realidad y los segundos un arte universal sin carácter de clase. En el plano literario destacó el debate de José Antonio Portuondo y Ambrosio Fornet; desde el punto de vista cinematográfico, entre Blas Roca y Alfredo Guevara; en cuanto al arte en sentido general entre un grupo de cineastas y Mirta Aguirre principalmente, y en polos diferentes se encontraron Jesús Orta Ruiz y Jesús Díaz, también sobre este último aspecto”.(Marante & Sabatés, 2010)

El 6 de noviembre fue cerrado Lunes de Revolución, cinco meses después de Palabras a los intelectuales. Incidieron particularmente en tal decisión, las profundas diferencias políticas de Franqui e Infante, declarados anticomunistas los dos, ante el rumbo que tomaba la Revolución Cubana. Sustituiría a esta publicación La Gaceta de Cuba, emitida por la recién creada UNEAC.

En 1963, resultado de un debate entre cineastas cubanos, quedaría expresamente dicho que “herencia de la humanidad, cristalización histórica del trabajo creador de todos los  pueblos y todas las  clases, la cultura no es, exclusivamente, expresión de los intereses de una clase o pueblo determinados. No existen una  cultura burguesa y una  cultura proletaria antagónicamente  excluyentes. El carácter  universal de la cultura impone, como tarea de la mayor importancia, la preservación de la  continuidad  de la cultura y la consiguiente  comunicación  efectiva entre las más valiosas expresiones culturales de todos los  pueblos  y todas las  clases”. (Pogolotti, 2006) Estas conclusiones eran respaldadas, entre otros, por Jorge Fraga, Julio García Espinosa y Tomás Gutiérrez Alea.

“Conclusión que produjo una respuesta inmediata de los escritores marxistas de actitud científico-materialista. En especial en Edith García Buchaca, quien defendía el derecho del gobierno de dirigir y orientar la cultura, en consecuencia con los fines que se proponga. Mirta Aguirre, por su parte, abogaba que todo escritor y artista debiera tener una sólida formación filosófica materialista”.(Marante & Sabatés, 2010)

Para Buchaca, “en una sociedad socialista el Gobierno y el Partido tienen el deber no sólo de «promover el desarrollo de la cultura», sino también el de orientarla y dirigirla en consecuencia con los fines que la misma se propone”. (Buchaca, 2006) No tardaría esta posición en recibir respuesta acalorada por parte de Jorge Fraga y otros intelectuales.

Hasta el 63 coexistían en Cuba múltiples posiciones respecto al proceso de construcción de la política cultural de nuevo tipo que la revolución demandaba cada vez más urgentemente. Convivían los escritores y artistas de la vieja guardia con quienes, emancipados por la victoria de enero, pretendían dotar a la Isla de un modelo más apegado a los conceptos socialistas contenidos en los manuales. (Por Eduardo Pérez Otaño)

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