“El arte no es
propaganda, y ni en nombre de la
Revolución resulta lícito el escamoteo de sus
significaciones”.
Alfredo Guevara
I. En la revolución, todo…
Con el triunfo de
enero del 59 se abría para la nueva dirigencia cubana, respaldada por las masas
populares, un número importante de retos. El contexto era particularmente
complejo: con el fin de la II Guerra Mundial había iniciado la denominada
Guerra Fría que enfrentaba a dos grandes visiones del mundo. Por una parte el
socialismo en construcción con aspiraciones por lograr y de la otra el
capitalismo consolidado con más de dos siglos de historia. El planeta, en
constante reparto, se debatía por alineaciones de un lado y de otro. Y la
cultura no estaba exenta de la lucha de contrarios.
De ahí que “el
triunfo de la Revolución Cubana se producía en un punto de giro de la historia,
cuando los caminos parecían bifurcarse, y se inscribía, a pesar de haber
surgido de manera autónoma, en un panorama internacional caracterizado por
señales de cambio y por una intensificación del debate de ideas. Proyectada
hacia el mundo exterior, la isla, hasta entonces circunscrita a su condición
periférica, se convertía en imagen simbólica de una nueva realidad política con
repercusiones en el campo cultural”.(Pogolotti, 2006, pág. VI)
Resulta
interesante cómo se multiplican quienes consideran, al parecer, que la cultura
cubana surge con la Revolución, desconociendo así una amplia producción en el
campo artístico e intelectual, que se había enfrascado durante toda la época
republicana, e incluso desde mucho antes, en la construcción de un proyecto de
nación.
Previo al triunfo
de enero del 59, el Partido Socialista Popular, con Blas Roca Calderío al
frente, había desarrollado una notable labor de aglutinamiento de buena parte
del sector intelectual del país. Para Pogolotti (2006:VIII) “los escritores y
artistas cubanos procedían, en el momento inaugural de la Revolución, de
diversas familias estéticas e ideológicas, constituidas como reductos de
resistencia ante una sociedad hostil”.
“La experiencia
del PSP en el campo cultural era extensa: directa o indirectamente había
creado, a partir de 1938 y hasta los años cincuenta, el diario Noticias de Hoy, la Cuba Sono Films, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, la
emisora Mil Diez, y editado las revistas CTC,
El Comunista, Fundamentos, Dialéctica, Gaceta del Caribe, Nuevas Letras; Cuba y la URSS,
y Mensajes. Cuadernos Marxistas. Después de un proceso autocrítico, el Partido
había también rediseñado su política cultural en los cincuenta, tras lo cual
creó la Comisión para el Trabajo Intelectual (1953), cuyo principal éxito sería
la creación de la sociedad Nuestro Tiempo, con su correspondiente revista”.(Guanche, 2003)
Pese a los
notables avances en este sentido, la dirigencia del PSP, en lo político, era
fiel a las doctrinas fijadas en la Rusia estalinista, por lo que no tardaron en
aplicar erróneos principios en su política cultural. Vale recordar que incluso,
destacadas personalidades de los tiempos de Revolución, como Alfredo Guevara,
quien sostendría una de las más encarnadas polémicas con Blas Roca Calderío,
perteneció a la Sociedad Nuestro Tiempo.
En tal situación
se encontraba el panorama cultural para 1959. Las tres fuerzas principales[1] se unirían entonces y cada
una de ellas aportaría a la meta común de construir una sociedad de nuevo tipo.
A su vez, cada una, con sus visiones particulares en determinados aspectos,
cargaría también con rezagos ideológicos que no tardarían en entrar en pugna
entre sí. (Por Eduardo Pérez Otaño)
[1]Partido Socialista Popular (PSP), Directorio
Revolucionario (DR) y el Movimiento 26 de julio (M-26-7)
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