“Lo mejor es el fuego,
Nos conduce a lo mejor que somos:
La ceniza...”
La noche. Abilio Estévez.
Estreno de Cara de Fuego |
Causas y azares
El proceso de montaje se colmó de soledades: cinco
personas asociadas a la creación desde diferentes aristas se marcharon para no
volver. Como dijo el poeta debemos a
ellos la sobrevida. Emergieron de nuestra memoria colectiva esos
sentimientos de ruptura, reacomodo, resiliencia tan caro al imaginario cubano.
Dos actrices que indistintamente iban a interpretar al
personaje de la Madre no pudieron permanecer con nosotros. La Madre entonces
terminó siendo un viejo maniquí que había en el departamento de vestuario, con
la adaptación del texto entonces para cuatro actores, y no cinco como en el
original. Una maldición que reelaboró la historia dotándola de significados
polisémicos. Dolores de cabeza dramatúrgicos que nos adentraron en una zona de
búsqueda subjetiva y por momentos a ciegas, como sesiones de psicodrama
alternativo.
El estilo de creación fue caótico, alternando los
monólogos con las escenas de dúos, tríos y todos, sin importar las logicidades
de la progresión dramática.
Le dimos prioridad a la memoria corporal, a la colectiva,
a los silencios que luego resultaron gritos de dolor o euforia. Emergieron
lentamente las otras historias, la agenda oculta, el trasfondo de nuestros
relatos innombrables, la distanciación necesaria para soportar la tarea de un mundo ficcional postmoderno y trágico.
Luego los problemas
matemáticos, y la productora junto
al primer diseñador visual del espectáculo transitando a la síntesis por
obligación; lo que en el texto escrito se situaba en el estilo neorrealista
desembocó en abstracción y minimalismo.
Neobarroco insular
Como parte de mi formación como un espectador entrenado en concebir espectáculos, esta vez hice más
consciente y pensada mi relación con el neobarroco, esa manera tan
particularmente criolla de asumir el hecho artístico en la segunda mitad del
siglo pasado.
Descentrarse, carnavalizar la escena, bombardearla de
citas y alusiones. Campificar desde
una manera más orgánica y no como una simple pretensión kitsch.
De esa manera el relato nos habla desde la desmemoria y
la voracidad de una sociedad de cambios vertiginosos, radicales, sin un
detonante aparente… pero el batir de una mariposa, ¿dónde causa un huracán?
Pervertir, subvertir, invertir: infinitivos premonitorios
de una obra donde la caída de lo ídolos y las consignas, aterrizaron en un
mundo de carencias humanistas, corazón empobrecido y risa alienada.
Festín de máscaras. Pesadilla de un amanecer enrojecido
tal cual atardecer. (Por Reynaldo
Tejadilla González)
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