Por Jaime
Masó Torres
Dios
que salva el metal,
Salva
la escoria
Borges
Celia Cruz |
Consta en los
documentos que el cuartel general del Buró Federal de Investigaciones estadounidense, realizó al menos nueve
controles durante varios años, en la búsqueda constante de referencias a Celia
Cruz, algunas explícitamente indagando vínculos con subversivos.
Hablaron los
sucesos y las personas pero, nunca las
biografías hechas a la cantante dejaron entrever este pasaje para muchos inexplorado.
La “Reina Rumba” nunca lo mencionó. Era un riesgo tocar esa cueva con hormigas.
Jamás diría de esto ni una palabra, callaría hasta la tumba donde, quizá, se
remueven sus sentimientos.
Para los años venideros la carismática Celia sería identificada como un
símbolo del “anti-castrismo” y ella misma daría paso a las más diversas
especulaciones.
Se construiría su historia, de todas,
la más cómoda y menos polémica: desbordante alegría, luchadora por el
pasado glorioso de Cuba, enemiga de la dictadura y distraída del pasado que pasó.
Las constantes averiguaciones han generado polémicas después de su
muerte. Lo que se vendió como símbolo del exilio cubano, no debe ni puede a la
cuenta de estos años aparecer como colaboradora del sistema político comunista,
no conviene. Sus declaraciones en público siempre dejaron claro su oposición a
Fidel Castro, dada la negativa del gobierno de la Isla a que la cantante
asistiera a los funerales de su mamá en La Habana.
A propósito otras voces indican todo lo contrario. Cuando se produjo la
muerte de Catalina Alfonso, el 7 de abril de 1962, quien era conocida en la zona de Santo Suárez por el
sobrenombre de “Oyita”, Celia pidió a las autoridades viajar a Cuba con el
único objetivo de enterrar a su progenitora. Si bien hubo resistencia por parte
de la dirección política, el telegrama con la aceptación sí fue enviado hacia
los Estados Unidos, admitiendo su entrada para las honras fúnebres.
El evento se manipuló y se coloreó
al antojo de ella misma y los medios de comunicación norteamericanos, dando
paso a un desenfrenado ataque contra todo lo que oliera a Cuba. Casi todos los
espacios fueron eco de lo “ocurrido” y aprovecharon una vez más la muerte como
sostén para las agresiones.
Volvamos a la década de los años cincuenta. Fue en 1957 cuando Cruz
obtuvo un permiso para visitar los Estados Unidos. Viajó a Nueva York (caldera
del diablo) para actuar, nuevamente, en 1960. Pero papelitos hablan y algunos
de ellos muestran la lucha de casi ¡una década!, por parte de la cantante, para
desmentir las sospechas del gobierno de que era comunista, hasta que finalmente
le otorgaron asilo político en 1961.
En la Nación, Celia era una gran apolítica aunque siempre mezcló sus
asuntos personales para atacar la figura de Fidel Castro a tal punto que los
medios la identificaron como la enemiga más reacia del líder de la
Revolución.Sobre el tema, escuché una anécdota en la que cuentan el gusto de
Fidel por Celia y que incluso limpiaba sus fusiles en la Sierra Maestra
escuchando su música. A esto, Celia envuelta en cólera, expresó: ¡Eso hacía el
hijo… de la buena madre!
Cuentos y hablillas que también se van arraigando y repetidas mil veces
se convierten en verdad. Nadie sabe. No estuve allí.
Celia Cruz fue la más extrema veladora de su figura. Nunca mencionó que
estuviera en una lista negra. Optó por contar la historia dulce de su vida, los
momentos junto a artistas inolvidables, el arrullo de las palmas, el mar, la
nostalgia habanera, el volver, la Cuba mía…
Incluso en sus memorias, publicadas después de su muerte, Celia describe
los años cincuenta como días muy felices, entiéndase como la gloria misma,
entre cabarets y éxitos que la hicieron crecer a tal punto que su raza no
importaba.
Pero entre lo negro y lo blanco va un trecho grande. Nada es tan puro.
Probablemente desconocía la intérprete de Por
si acaso no regreso que el color de su piel despertó interés en los
trabajadores de la embajada estadounidense en La Habana.
Un telegrama de 1957 caracterizaba Celia, nada más y nada menos, como una
cantante “de color”. El
telegrama se preguntaba también si acaso
la Cruz había sido miembro del Partido Popular Socialista.
“Solicitante
continúa negando afiliación al PSP. Dice que probablemente hubo afiliación
involuntaria durante su empleo en Radio Diez Mil", se leía en el despacho.
El mensaje pedía urgentemente reconsiderar su petición de visa, terminando con: “ha pedido respuesta con cobro revertido".
Estaba firmado
por el embajador norteamericano Arthur Gardner y dirigido al Secretario de
Estado. Gardner era un decidido enviado anti-comunista que acusó a los
arribistas del departamento de Estado de la caída del presidente cubano
Fulgencio Batista en 1959.
La nota también ofrece un curioso estímulo para
aprobar su visado: "Además del interés del público y de la prensa, el caso
es también de interés racial". ¿Todo fue planeado? ¿La figura había sido
construida por el gobierno estadounidense?
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