Por Patricia Milagros Pérez Bofill
Son
las 3:00 de la tarde de un martes, y lo que deberÃa ser una tarde de estudios,
se ha convertido en una oda a la obsesión. Estamos en el siglo XXI y mientras
algunos luchan contra el cáncer, el sida, las guerras o los recortes
económicos, existe un pequeño porcentaje -y decir pequeño serÃa subestimarlos-
de personas que dedican todo su tiempo a un mal que agobia, golpea y no tiene
forma de ser detenido.
Me
refiero a las series de televisión, y aunque parezca una sencillez, no se puede
obviar el hecho de que domina la vida de todo aquel que caiga en sus redes.
En
el primer contacto, te niegas a creer que pueda afectar tu dÃa a dÃa, a medida
que avanza su poder de dominación, evitas responder preguntas porque sabes que
algo anda mal, pero no sabes qué, y el momento clave es cuando evitas a toda
costa que se descubra que mientras todos duermen en casa, lentamente te
levantas y enciendes tu PC y te ahogas en problemas que jamás se parecerán a
los tuyos, con personas que nunca serán como tus amigos y ropas y teléfonos que
tú nunca podrás comprar ni siquiera a plazo de 5 años.
AsÃ,
lentamente, vas convirtiéndote en un ermitaño que evita salir a tomar el sol,
por no perder ni pies ni pisada de sus protagonistas favoritos. Cancelas citas
con tus amistades porque tu personaje favorito sufre una tristeza extrema, y tú
en solidaridad no te puedes permitir un dÃa de fiesta.
De
repente, tu vida la rige un grupo de personas que no conoces y que además no
existen, pero que son las que le dan apoyo a tus momentos de soledad. Entonces
cancelan la serie y tú, angustiada y simplemente rota, buscas un nuevo escape y
llegamos al momento donde se desarrolla esta historia.
Son
las 3:00 de la tarde de un martes, y lo que deberÃa ser una tarde de estudios,
se ha convertido en una oda a la obsesión. Tienes una temporada completa de 24
capÃtulos, de 40 minutos cada uno, y los ves como si fueran agua.
De
momento son las 3:00 de la tarde y cuando vuelves a reparar en la hora son las
8:00 de la noche y no tienes ni la más remota idea de lo que ha pasado en ese
tiempo. Estás perdida y ni siquiera lo sabes, tratas de recordar qué pasó en tu
semana y lo único que recuerdas es la música intro de tu serie.
Y es
entonces cuando te preguntas, en esos momentos de claridad, que solo suelen
llegar 1 vez por semana: ¿Por qué les llaman sano entretenimiento, cuando la
realidad es que de sano, no tienen ni el nombre?
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