“No te quedes
inmóvil al borde del camino…
No te llenes de
calma…”
Mario Benedetti
Por Yoel Almaguer de Armas
Cuando nací pesé
solamente seis libras y media. La gente decía que era culpa del periodo
especial pero mi mamá, que ya me conocía lo suficiente, respondía que de
nacimiento era malagradecido para las comidas. Quizás ella no tuvo muchas
fuerzas o deseos de jugar de manos con mi papá, pero como dice el dichito: “jueguitos
de manos…” Los años han pasado, ya tengo veintitrés y en este tiempo no han
faltado los buenos ratos, aunque a veces el destino traiciona y se vive más en
la espera insegura, pero de ella también se aprende.
Me acostumbré a
que la gente me soltara en cualquier lugar: “niño pero que flaco te veo”, porque
para muchas personas mayores la comida
es la causa y el efecto de las cosas. Han sido tantas veces con la misma
historia que no recuerdo la primera persona que, con tanta sinceridad, se fijó
en mí, en mi físico. Y eso sucede, nosotros casi siempre recordamos lo mejor y
lo peor, el resto queda como lo normal, y es que lo normal es tan previsto, tan
insignificante a veces, tan cotidiano, que un día, al menos un día en la vida
deberíamos correr un riesgo anormal, probablemente así conozcamos la esencia de
lo que somos.
A diario tenemos
primeras veces. A diario caminamos por un lugar desconocido y pensamos en algo
nuevo. A diario comparamos esto con aquello y buscamos semejanzas entre las
cosas sin sentidos. A diario alguien nos
sorprende para bien. A diario dejamos para mañana lo que únicamente puede
hacerse hoy. A diario nos miramos en el espejo y nos notamos diferentes, y hay
quienes quieren parecerse a ayer, porque
existen personas que no están listas para enfrentar cambios y
transformaciones ni siquiera en su rostro. A diario alguien nos ofende en la
guagua, en la oficina, en la escuela, hasta la soledad nos ofende a diario, pero
es bueno tener algo ilógico en qué pensar, reír y luego, siempre, olvidar. A
diario dedicamos veinticinco horas del día a pensar las cosas y olvidamos que el tiempo no
perdona. A diario nos preguntamos si esto es lo que merecemos, mas, la vida no
es de merecimientos, ¿quién merece llorar?
A diario
compartimos la intimidad con alguien que no es la persona deseada pero resuelve
problemas o llena un espacio. A diario nos reprimimos oportunidades, conozco a
una amiga que no quiso ser feliz porque se negó a preguntar un número de
teléfono, y es que de cosas sencillas depende la felicidad del ser humano. Nada
es difícil, peor es estar muerto, aunque dicen que después se tiene otra vida,
pero lamentablemente no es algo seguro para todos.
Hoy estás vivo,
hoy por primera vez puedes correr la mesa y comer en familia, puedes decir te
quiero y si sientes pena hazlo bajito, quien te escuchará seguro será un persona feliz y tú dichosa,
porque no todos los seres humanos sabemos decir cosas que para muchos están
prohibidas. Hoy puedes hablar con tus recuerdos y puedes cuestionarlos, la
“perfección” del futuro depende de los fracasos del pasado. Hoy, por quinta,
octava, por otra vez, puedes regalarte un espacio para pensar en ti mismo, eso
también puede ser un buen punto de partida. Siente que errar es la virtud de las personas que no se
quedan estáticas, que piensan y quieren, que necesitan y que a pesar de todo,
se aferran a soñar despiertos una realidad insegura aún.
No somos eternos,
pocas cosas quedan para siempre, ellas, las cosas, se escapan, van y vienen y
muchos de nosotros seguimos aquí: inconformes, deseosos, cansados, con
esperanzas o no, con fe o sin ella, pero aquí, en el día a día que es la mejor
escuela, el mejor salario y el único lugar para saber o imaginar a dónde vamos y
qué queremos.
Enhorabuena por tus reflexiones...Vale la pena conocer, esperar, compartir, comparar, sorprendernos, pensar, decir, errar, y nunca dejar de soñar con la mejor de tus banderas. Un abrazo, a la vuelta de la esquina.
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