Por: Jaime Masó Torres
Dios que salva el
metal,
Salva la escoria
Borges
Celia Cruz en compañía de Argelia Fragoso |
La historia carga con el error muchas veces de convertir
a los hombres en falsos dioses. Se tergiversan hechos y se adulteran los
acontecimientos tal y como fueron.
Sucede en todo el mundo y todo el mundo lo llega a creer.
Sin embargo, cuando esas “estatuas” suelen ser
profanadas, más de uno se levanta a rebatir con argumentos lívidos y tontos que
persiguen mantener en pie lo contado.
Así son las contradicciones que genera el ser humano, nos guste o no.
En el mundo cubano de lo
posible es común que una persona alcance el estrellato de la noche a la
mañana sin créditos admirables o, en determinadas circunstancias, es enterrado
en la fosa de los suprimidos. Misma suerte corrió más de un artista al triunfo
de la Revolución cubana de 1959. Unos por débiles, otros por gallardía.
La intérprete cubana Celia Cruz Alfonso podría nadar en
ambas corrientes si no se tomaran en cuenta otras causas en su contra. La
leyenda se convierte en el misterio musical por antonomasia. Cabría preguntarse
tal y como el estadounidense Carl Edward
Sagan ¿por qué la gente crea o busca
secretos donde no los hay y no presta más atención a otros reales e igual de
fascinantes? La afiliación política de Celia Cruz es uno de estos.
Restarle méritos a la cantante es tan absurdo como inverosímil. Su época dorada junto al conjunto Sonora
Matancera y cada uno de los éxitos que durante la década de los años 50 pegaron
en la radio y la televisión, respectivamente, fueron moldeando la calidad
profesional de quien más tarde llegaría a la cúspide gracias a su voz, su
carisma, su vida… Derrocada la dictadura de Batista en la Isla, el panorama
sonoro fue cambiando invariablemente. El éxodo se hizo evidente.
Cruzar por el Mar Rojo en búsqueda de la “tierra
prometida” fue el camino más fácil y aunque espinoso fuera el tramo, era
necesario olvidar lo pasado y cambiar el traje.
Mas eliminar de un tajo los sucesos del ayer no es una
empresa fácil. Esto lo supo en demasía la llamada “Reina de la Salsa”, al
comprobar cómo el fantasma ineludible de sus años en Cuba, la perseguían por
doquier.
La Voz
del comunismo
Cuando los comunistas cubanos estuvieron conscientes en
1943 de la importancia y la eficacia que
tenían los medios de comunicación, los cuales unidos al arte y la cultura
influían sobremanera en la ideología de las personas, decidieron crear una
emisora que “hablara” al pueblo y sembrara en las mentes los paradigmas del
socialismo.
Fue la Mil Diez la voz del Partido Socialista Popular
(PSP) y en sus estudios debutaron
artistas que más tarde se consagraron en la escena. Algunos como Olga Guillot,
Benny Moré y la mismísima Celia fueron figuras contratadas por la estación.
Mil Diez enfatizaba los espectáculos por sobre la
política, tenía la cuarta mayor audiencia de La Habana y realizaba diariamente
programas de concursos sobre teoría y práctica marxistas. La estación era
también popular en los años cuarenta como un podio para músicos emergentes.
Algo merece aclaración: pertenecer a la Mil Diez era
aceptar o reconocer el comunismo y el marxismo, aunque todavía no fueran el
“demonio rojo”. Lo que siempre ha permanecido en velo de sombras es que la
Guarachera se sometió a las ideas del PSP y sus dirigentes. La historia
luego se metamorfoseó en fábula, cuento
de caminos… leyenda.
¿Qué influyó para que pasado el tiempo se desmintieran
tales sucesos? ¿Acaso su militancia política restarían méritos a su carrera?
Cao,
cao… maní complica ‘o
Para el año 1955 en Estados Unidos había tomado el mando,
Ike – y no precisamente un personaje de ficción- sino el trigésimo cuarto presidente de la nación
norteamericana:Dwight Eisenhower. En
esa época, Celia Cruz era considerada ya- a fuerza de talento y otras cosas-
una estrella en restaurantes, populosos centros como Tropicana y ondas radiales junto al mencionado conjunto
Sonora Matancera.
Sin embargo la embajada
norteamericana en La Habana le había prohibido ¡por dos ocasiones!, entrada a
la patria de Walt Whitman. Para dormir
en la cuna que se mece eternamente
tuvo que esperar Cruz.
Un documento desclasificado, tiempo después,
la describe como una conocida cantante comunista y estrella del espectáculo.
Sal y no precisamente ¡Azúcar!
El Senado en Norteamérica estaba
embrujado por el anticomunismo y cada uno de los agentes federales andaba a la
caza de quienes manejaban la teoría de Marx y hasta una lista negra amenazaba
al emporio de Hollywood.
Las dieciocho páginas del texto comienzan el 23 de julio
de 1955. Marcada con “Secreto”, el aviso
de operaciones de la embajada norteamericana en La Habana explica por qué se le
negó la entrada a Estados Unidos, haciendo uso de una disposición de la Ley de
Inmigración y Naturalización que excluye a los sospechosos de ser subversivos.
La nota también
dice que a Celia ya se le había negado un visado en mayo de 1952. Cita informes
que afirman que ella estuvo en un grupo que en 1951 firmó una carta que fue
publicada en el diario del Partido Comunista, “Hoy”, que apoyaba un Congreso
Pro Paz, y estaba afiliada al movimiento Juventud Socialista de Cuba a los
veinte años.
También dice que se reunió a los 27 años, secretamente,
con el secretario general del Partido Socialista cubano, Blas Roca Calderío, y
había utilizado un concierto de octubre de 1953 para en silencio reunirse clandestinamente con comunistas en
Caracas, Venezuela.
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