La Cruz política y musical (Parte I) - La letra corta

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1 de noviembre de 2013

La Cruz política y musical (Parte I)



Por: Jaime Masó Torres
Dios que salva el metal,
Salva la escoria
Borges

Celia Cruz y Argelia Fragoso
Celia Cruz en compañía de Argelia Fragoso
La historia carga con el error muchas veces de convertir a los hombres en falsos dioses. Se tergiversan hechos y se adulteran los acontecimientos tal y como fueron.  Sucede en todo el mundo y todo el mundo lo llega a creer. 

Sin embargo, cuando esas “estatuas” suelen ser profanadas, más de uno se levanta a rebatir con argumentos lívidos y tontos que persiguen  mantener en pie lo contado. Así son las contradicciones que genera el ser humano, nos guste o no. 

En el mundo cubano de lo  posible es común que una persona alcance el estrellato de la noche a la mañana sin créditos admirables o, en determinadas circunstancias, es enterrado en la fosa de los suprimidos. Misma suerte corrió más de un artista al triunfo de la Revolución cubana de 1959. Unos por débiles, otros por gallardía. 


La intérprete cubana Celia Cruz Alfonso podría nadar en ambas corrientes si no se tomaran en cuenta otras causas en su contra. La leyenda se convierte en el misterio musical por antonomasia. Cabría preguntarse tal y como el  estadounidense Carl Edward Sagan  ¿por qué la gente crea o busca secretos donde no los hay y no presta más atención a otros reales e igual de fascinantes? La afiliación política de Celia Cruz es uno de estos. 

Restarle méritos a la cantante es tan absurdo como inverosímil.  Su época dorada junto al conjunto Sonora Matancera y cada uno de los éxitos que durante la década de los años 50 pegaron en la radio y la televisión, respectivamente, fueron moldeando la calidad profesional de quien más tarde llegaría a la cúspide gracias a su voz, su carisma, su vida… Derrocada la dictadura de Batista en la Isla, el panorama sonoro fue cambiando invariablemente. El éxodo se hizo evidente. 

Cruzar por el Mar Rojo en búsqueda de la “tierra prometida” fue el camino más fácil y aunque espinoso fuera el tramo, era necesario olvidar lo pasado y cambiar el traje.

Mas eliminar de un tajo los sucesos del ayer no es una empresa fácil. Esto lo supo en demasía la llamada “Reina de la Salsa”, al comprobar cómo el fantasma ineludible de sus años en Cuba, la perseguían por doquier. 

La Voz del comunismo

Cuando los comunistas cubanos estuvieron conscientes en 1943  de la importancia y la eficacia que tenían los medios de comunicación, los cuales unidos al arte y la cultura influían sobremanera en la ideología de las personas, decidieron crear una emisora que “hablara” al pueblo y sembrara en las mentes los paradigmas del socialismo.

Fue la Mil Diez la voz del Partido Socialista Popular (PSP)  y en sus estudios debutaron artistas que más tarde se consagraron en la escena. Algunos como Olga Guillot, Benny Moré y la mismísima Celia fueron figuras contratadas por la estación.

Mil Diez enfatizaba los espectáculos por sobre la política, tenía la cuarta mayor audiencia de La Habana y realizaba diariamente programas de concursos sobre teoría y práctica marxistas. La estación era también popular en los años cuarenta como un podio para músicos emergentes.

Algo merece aclaración: pertenecer a la Mil Diez era aceptar o reconocer el comunismo y el marxismo, aunque todavía no fueran el “demonio rojo”. Lo que siempre ha permanecido en velo de sombras es que la Guarachera se sometió a las ideas del PSP y sus dirigentes. La historia luego  se metamorfoseó en fábula, cuento de caminos… leyenda. 

¿Qué influyó para que pasado el tiempo se desmintieran tales sucesos? ¿Acaso su militancia política restarían méritos a su carrera?

Cao, cao… maní complica ‘o

Para el año 1955 en Estados Unidos había tomado el mando, Ike – y no precisamente un personaje de ficción- sino  el trigésimo cuarto presidente de la nación norteamericana:Dwight Eisenhower. En esa época, Celia Cruz era considerada ya- a fuerza de talento y otras cosas- una estrella en restaurantes, populosos centros como Tropicana  y ondas radiales junto al mencionado conjunto Sonora Matancera.

Sin embargo la embajada norteamericana en La Habana le había prohibido ¡por dos ocasiones!, entrada a la patria de  Walt Whitman. Para dormir en la cuna que se mece eternamente tuvo que esperar Cruz.

 Un documento desclasificado, tiempo después, la describe como una conocida cantante comunista y estrella del espectáculo. Sal y no precisamente ¡Azúcar!

El Senado en Norteamérica estaba embrujado por el anticomunismo y cada uno de los agentes federales andaba a la caza de quienes manejaban la teoría de Marx y hasta una lista negra amenazaba al emporio de Hollywood.

Las dieciocho páginas del texto comienzan el 23 de julio de 1955. Marcada con “Secreto”,  el aviso de operaciones de la embajada norteamericana en La Habana explica por qué se le negó la entrada a Estados Unidos, haciendo uso de una disposición de la Ley de Inmigración y Naturalización que excluye a los sospechosos de ser subversivos.

La nota  también dice que a Celia ya se le había negado un visado en mayo de 1952. Cita informes que afirman que ella estuvo en un grupo que en 1951 firmó una carta que fue publicada en el diario del Partido Comunista, “Hoy”, que apoyaba un Congreso Pro Paz, y estaba afiliada al movimiento Juventud Socialista de Cuba a los veinte años.

También dice que se reunió a los 27 años, secretamente, con el secretario general del Partido Socialista cubano, Blas Roca Calderío, y había utilizado un concierto de octubre de 1953 para en silencio  reunirse clandestinamente con comunistas en Caracas, Venezuela.

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