Escribir es el proceso
hipnótico agridulce donde me deshago de mi yo
y entro en otro cuerpo. Es un acto catártico para re-descubrirme. Es mi
sacramento ante el papel, en el que la palabra toma cuerpo de crÃtica oportuna
y manifestación esperanzadora. La esperanza en la mochila para habitar mi paÃs
y creer que se puede… como
reza la canción. Y la crÃtica para no caer en la estupidez cobarde de callar y
andar por la vida de conformista infértil.
Escribo por compromiso y
adicción. Este es un oficio que como la marihuana te hace cómplice. Aumentas la
dosis poco o poco y ya no hay remedio. No hay desintoxicación posible. Recuerdo
que puse mis primeros apuntes sobre unas lÃneas de libreta con portada medio
encartonada. Aquellas eran tan triviales o infantiles que a ratos las
desempolvo y rÃo de tanta ingenuidad hecha poesÃa o epÃstola. Hoy, aunque
tecleo en un ordenador y pretendo escribir (a veces no sé si lo logro) sobre
preocupaciones más sociales, la pasión avasalladora permanece intocable;
impenetrable antes los muros del individualismo y las lecturas facilistas. (Por Isely Ravelo Rojas)
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