¿Con qué
planes novedosos se nos presentan los nuevos descubridores y conquistadores?
¿Bajo qué mandato real procuran asegurarnos el tan anhelado progreso?
Foto: Alejandro A. Madorrán Durán |
Hace 500 años llegaron a estas tierras los primeros hombres
que, provenientes del viejo mundo, de la medieval Europa, traÃan su cultura de
avanzada y sus más modernas armas.
Llegaron a Dios rogando y con el mazo dando, siempre lo
segundo más fuerte que lo primero. La espada y la cruz se encargarÃan de
imponer todo lo que fuera necesario, cada uno a su modo.
Cuando la fuerza no fue suficiente, la estrategia del
convencimiento y la persuasión tuvieron que ser empleados. Eran entonces las
formas más avanzadas de lograr la hegemonÃa, tan necesaria en cualquier época.
A golpe de espada y de cruz pareciera que han arribado los
nuevos descubridores de esta Isla, tan lejana hace unos años y tan cercana de
repente, en el centro de todo y de todos.
A Cuba ha llegado, bajo el signo del convencimiento, una
visita tras otra, prometiendo mejores relaciones, crecimiento económico a
partir de un mayor intercambio, puentes que no serán destruidos, más apertura
al mundo, en fin, el tan ansiado desarrollo.
Con la espada llega el capital que pretende recuperar en
algunos meses lo que ha perdido en más de cinco décadas. Bajo los designios de «puede
más quien tiene más», intentan repartirse una tajada que para algunos pareciera
pequeña, pero tajada al fin, contribuye a llenar un poco más los bolsillos.
Pretenden anunciar su nuevo descubrimiento: «Cuba existe, y
será grande porque nosotros la hemos encontrado», y hay quienes asà lo crean.
Nada de lo que tenemos ha salido de la nada. Ha tardado en
construirse, en dársele forma. Como las pirámides que los europeos pretendieron
destruir a su llegada a América, ha habido que poner piedra sobre piedra, unas
veces más rápido, otras menos.
El mérito del hallazgo se lo intentan agenciar.
Presumiblemente el modus operandi pudiera ser el mismo: con la
espada será destruido todo lo que se oponga a los designios divinos y con la
cruz –esta vez cultural- nos convencerán de que lo primero era correcto, e
incluso necesario.
Por estos dÃas muchos anuncian su gran descubrimiento: unos
mediante discursos, otros filmando taquilleros filmes en una Habana remozada,
no pocos en sus muy seguidos perfiles de Facebook. Resulta que de pronto y de
la nada surgió en medio del Mar Caribe una Cuba –para el mercado- todo belleza, todo encanto, todo virgen.
Hasta el propio presidente de los Estados Unidos se ha llegado
a esta tierra, tan esquiva a los dignatarios del Norte en los últimos noventa
años, y en medio de una confusión generalizada ha asegurado que es hora de
volver a comenzar, de dejar la historia en el pasado, de mirar al futuro.
Incluso se tomó la libertad de confiarnos, como buen amigo que ahora se
considera, que todo no ha sido más que una simple equivocación de métodos, y
que si estos no han funcionado ellos se comprometÃan a cambiarlos.
Una isla bendita por tres papas, decenas de presidentes,
cantantes, estrellas de cine, grandes empresarios, miles de turistas. Un paÃs
otro desde el 17 de diciembre de 2014, que pretende continuar su rumbo como si
nada hubiese pasado, como si todo siguiera igual.
Recién descubierta por los grandes medios, la comienzan a vender
en el mercado. Según las estadÃsticas del turismo, parece
que los resultados son buenos.
Mientras, en una esquina del malecón de La Habana, me he
sentado a esperar las nuevas carabelas que nos vendrán a conquistar. (Por Eduardo Pérez Otaño, publicado en www.eltoque.com)
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