Notas para un tiempo presente - La letra corta

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10 de febrero de 2017

Notas para un tiempo presente



Se va el tiempo y con él la posibilidad de ser y hacer de este un mejor país, un pedazo de tierra donde quepamos todos con iguales derechos a tomar y formar parte del futuro que queremos y nos merecemos.

Notas para un tiempo presente - La letra corta
Foto: Alejandro A. Madorrán Durán
Profe ¿qué es el tiempo?, le pregunté sin apenas saludarlo. En aquellos días me debatía yo entre las leyes de Newton y los avanzados postulados de Albert Einstein. Frente a voluminosos libros de Física General buscaba la respuesta a muchas de las dudas que desde pequeño me acechaban. Más de una vez consagraba las madrugadas a los misterios de una de las ciencias más apasionantes.

Ni la amplia experiencia en la preparación a estudiantes para concursos nacionales e internacionales de la materia ni su especialización en astronomía, lograron dotarlo de las capacidades para responder con la misma inmediatez con la que formulé mi pregunta. Me miró y meditó unos minutos: "El tiempo es nada", me respondió.


Muchas veces he vuelto a aquellas palabras. Una y otra vez busqué en cuanto volumen cayó en mis manos pero nunca encontré una respuesta semejante. A pesar de ello, el tiempo se ha convertido en uno de esos conceptos que he intentado capturar una y otra vez sin resultado alguno.

Cuando el hombre decidió comenzar a medirlo nunca imaginó que terminaría siendo prisionero de su propia iniciativa. Del reloj de sol al de arena, del automático al digital y de este al atómico... una y otra vez hemos perfeccionado los mecanismos para asegurar la mayor precisión posible en la variación de un punto a otro en la esfera numerada.

Mientras, la vida avanza rápido, demasiado rápido; y casi sin darnos cuenta se lleva los mejores momentos, las ilusiones, las esperanzas. El reloj hace girar sus manecillas y con ellas, indeteniblemente, nuestro ahora se convierte en ayer, mientras el mañana desconocido nos pasa por el lado y sigue camino, casi sin avisarnos.

Muchas las ganas y poco el tiempo: poco para cambiar todo lo que quisiera en esta vida finita, en mi entorno más inmediato, en este país rodeado de agua por todas partes como una terrible circunstancia, en este mundo al que, queramos o no, pertenecemos ateos, creyentes y toda una gama de seres para los que el tiempo no alcanza.

Y aún así, a pesar de que no hay respuesta para la pregunta primigenia, negarse a enfrentar el paso del tiempo, cruzarse de brazos y ver cómo otros hacen suya la tarea de transformar el mundo, decidir apartarnos de lo que nos toca hacer a cada uno de nosotros, es como morir de a poquito, lentamente, sin decidirnos a hacer nada.

No quiero sentarme en esta esquina y ver cómo pasa el tiempo y con él mi momento para hacer de este el mejor lugar posible para todos. Aún con la posibilidad de que me digan iluso, soñador, o cualquiera de los otros apelativos que matan iusiones y caracterizan a los "pragmáticos", prefiero arriesgarme, porque hay mucho por hacer, tanto por decir...

Mientras, miro la luna, pienso en el tiempo y decido los próximos pasos, aquí donde a veces pareciera que no hay nada grande por hacer, como lamentara Rubén Martínez Villena en los años veinte del siglo pasado. Y el tiempo, indetenible, se me antoja ahora un pretexto humano, un modo de rehuir a lo que por deber, nos corresponde. (Por Eduardo Pérez Otaño)

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