Tomado del blog Kilómetro Cero
30 de
marzo de 2016, al mediodía, se marchó Tío Alberto al barrio que hay detrás de
las estrellas. Se fue en silencio, como si quisiera que no nos enterásemos.
Sabía que iba a necesitar otra vida para despedirse.
Tioalberto,
sin haber sido escritor encumbrado, cazador de elefantes, o vencedor en Las
Termópilas, fue nuestro héroe imprescindible en la familia, porque a pesar de
haber llevado una vida común, supo vivirla con tanta intensidad y plenitud, que
se hizo sabio observando esas pequeñas cosas en las que casi nadie repara.
“♫Tioalbertoooo,
Tioalbertoooo, que suerte tiene el cochinoooo♪” le cantaba en versión libre mi
padre aquella tarde del 2000 cuando volvió a aparecer. Tras años sin vernos, no
solo [re]conocí a Tioalberto, sino a las canciones de Joan Manuel Serrat. Tras
ese día vinieron 16 años de “consultas” con cada vez que las cosas se ponían
difíciles en la vida.
Tíoalberto
siempre tuvo respuesta para todo, porque si algo supo aprender y enseñar sobre
la vida, es que el amor va más de comprender que de juzgar.
“No te
mueras sin decirme a dónde vas” solía decirle cada vez al despedirnos. Y no lo
dijo el muy cabrón. Se fue, -quiero creer que en paz- sabiendo que la lección
no acaba cuando suena el timbre, sino cuando el alumno le suma a las notas de
clase sus propios razonamientos, experiencias y acciones.
Ayer
volví a Serrat. Y no fue su tema se siempre, sino ésta delicia quien me trajo,
más que al que fue hasta ayer al mediodía, a quien será por siempre para
quienes aprendimos a amar más y mejor, gracias que la vida, de vez en cuando,
nos pone el camino a un Tío Alberto.
De vez en cuando la vida
nos besa en la boca
y a colores se despliega
como un atlas,
nos pasea por las calles
en volandas,
y nos sentimos en buenas manos;
se hace de nuestra medida,
toma nuestro paso
y saca un conejo de la vieja chistera
y uno es feliz como un niño
cuando sale de la escuela.
De vez en cuando la vida
toma conmigo café
y está tan bonita que
da gusto verla.
Se suelta el pelo y me invita
a salir con ella a escena.
De vez en cuando la vida
se nos brinda en cueros
y nos regala un sueño
tan escurridizo
que hay que andarlo de puntillas
por no romper el hechizo.
De vez en cuando la vida
afina con el pincel:
se nos eriza la piel
y faltan palabras
para nombrar lo que ofrece
a los que saben usarla.
De vez en cuando la vida
nos gasta una broma
y nos despertamos
sin saber qué pasa,
chupando un palo sentados
sobre una calabaza.
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