Yassel A. Padrón Kunakbaeva
Tomado del blog La luz nocturna
Cuando un movimiento contrahegemónico
llega al poder, derrocando a la vieja clase dominante, se enfrenta a la
realidad de que debe alimentar, vestir y dar cobijo a toda una población. De
ese modo, un grupo de revolucionarios que hasta ese momento quizás solo se
habÃan tenido que ocupar de la agitación polÃtica y/o de la lucha armada se ven
ante las duras exigencias de la economÃa. La lucha contra aquellos poderosos
que desde el interior y el exterior intentan destruir el nuevo poder tiene que
llevarse a cabo al mismo tiempo que otra lucha quizás más difÃcil: la batalla
por construir una economÃa de nuevo tipo.
Los de abajo, cuando llegan al poder, se encuentran en desventaja a la hora de reorganizar todo el aparato económico. La razón está en que no pueden recurrir a los mecanismos viejos, ya que estos por su propia estructura, son funcionales a la estructura de poder de la vieja sociedad. La historia muestra numerosos casos en los que los explotados, luego de vencer, reproducen la vieja sociedad, cambiando solo los actores: en estos casos la revolución muere antes de comenzar siquiera.
Los de abajo, cuando llegan al poder, se encuentran en desventaja a la hora de reorganizar todo el aparato económico. La razón está en que no pueden recurrir a los mecanismos viejos, ya que estos por su propia estructura, son funcionales a la estructura de poder de la vieja sociedad. La historia muestra numerosos casos en los que los explotados, luego de vencer, reproducen la vieja sociedad, cambiando solo los actores: en estos casos la revolución muere antes de comenzar siquiera.
Existen casos históricos en los que le
ha sido más fácil a los nuevos poderes construir su propia economÃa, y esto es
cuando ya en la vieja sociedad estos grupos y clases, ahora vencedores, habÃan
tenido tiempo para desarrollar su estructura económica. El ejemplo cásico es el
de las revoluciones burguesas. La burguesÃa tuvo un desarrollo lento pero
sostenido desde el siglo XII, y desarrolló sus formas económicas mucho antes de
sacudir el yugo feudal, entre los siglos XVII y XVIII. Esta clase, cuando se
vio libre del antiguo hegemón, tenÃa todas las condiciones listas para
desarrollar una economÃa totalmente propia.
Muy distinto es el caso de las revoluciones
radicalmente populares, en las que quienes intentan ejercer el poder son
directamente los más explotados del viejo régimen. Este es hasta cierto punto
el caso de las revoluciones proletarias socialistas y anticapitalistas en
general. El nuevo poder se ve ante la dificultad de tener que improvisar, casi
de manera experimental, un nuevo modelo económico. Aquà se encuentra una de las
razones del fracaso de las economÃas en las sociedades revolucionarias.
El problema está en que las viejas
economÃas, de las viejas sociedades de dominación, son el resultado de un proceso
de mucho tiempo de desarrollo, en el que se ha dado una selección natural de
los métodos más eficientes. Son muchos los que dicen que el capitalismo se
adapta mejor a la naturaleza humana que el socialismo. El núcleo de verdad que
hay en esa afirmación es el siguiente: el capitalismo no surgió por decreto,
fue la propia dinámica histórica la que lo propició como forma más eficaz de
organización económica. El socialismo que hemos conocido es un modelo económico
impuesto conscientemente, sin que se sepa si es eficaz dado el nivel de
desarrollo cultural de los seres humanos, y dado el contexto internacional en
el cual se construye.
Sin embargo, esto no significa que se
deba condenar toda experimentación económica. Si en alguna circunstancia es
necesaria la improvisación es en el caso de un movimiento contrahegemónico que
llega al poder, y que no puede reproducir los métodos económicos de la vieja
clase. De lo que se trata es de dar cuenta de una dificultad real, y que puede
explicar un poco los problemas de las sociedades anticapitalistas que se han
intentado.
El mercado y el dinero son instituciones
que se asientan en una experiencia de miles de años de vida económica de los
seres humanos. El dinero como lenguaje es la forma más universal de
comunicación que conoce la modernidad. Es por eso que abolirlos de un dÃa para
otro puede ser un error. En la experiencia del socialismo se han dado casos de
exceso de dogmatismo y de compulsión ideológica. Pero todos los intentos por
abolir el dinero- de los cuales el más connotado se dio en la Kampuchea de Pol
Pot- han terminado en el fracaso más estruendoso. La búsqueda de nuevas formas
de economÃa por parte del sujeto revolucionario debe hacerse con una gran
inteligencia y prudencia. Resulta fundamental, sobre todo, recurrir a la
experiencia de las propias clases populares, antes que a fórmulas sacadas de un
manual.
La economÃa de una sociedad en
revolución puede convertirse en su asignatura pendiente. La falta de eficacia
de un modelo económico improvisado se suma a los factores externos, tales como
el cerco que levantan los paÃses vecinos, en los que todavÃa está vivo el viejo
régimen, contra el nuevo poder revolucionario. Se puede decir que Cuba es un
ejemplo fehaciente de ambas cosas. La incapacidad económica de la nueva
sociedad puede tirar por tierra todas las esperanzas utópicas con las que se
hizo la revolución.
A todas estas dificultades, se suma el
problema del desgaste del propio sujeto revolucionario. Quienes un dÃa fueron
el liderazgo de la revolución pueden otro dÃa convertirse en los nuevos
explotadores.
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