Por Eduardo Pérez Otaño
Rosita donó a los afectados por el
terremoto. Nadie se lo pidió. Llegó al centro de acopio sin anuncios ni
proclamas. Hubo quienes le ofrecieron ayuda de inmediato pero ella se negó.
Cierto que la necesita: vive sola y su esposo encamado no puede trabajar. No
tiene hijos que se ocupen de ella. Nadie sabe tampoco cuánto caminó para
llegar. Dejó todo lo que tiene: ropa desgastada por el uso, cinco pesos,
oraciones por los necesitados…
Miles de ciudadanos han firmado desde
el siete de septiembre una petición al Senado de la República: que los partidos
polÃticos donen parte del dinero que les ha sido asignado para las elecciones
de 2018. Veinticinco mil millones de pesos mexicanos serán destinados a las
campañas polÃticas, el presupuesto más alto en la historia del paÃs. Los
diputados se niegan a entregar los fondos: es ilegal, dicen unos; no hay tiempo
para reformar la ley, aseguran otros. Cuando Andrés Manuel López Obrador, lÃder
del partido MORENA confirmó que donarÃan el 25% de los fondos asignados a su
organización, lo tildaron de oportunista.
Dos caras de una compleja realidad. La
solidaridad de la gente en oposición a la gestión de un gobierno inoperante en
situaciones como esta. A los centros de ayuda para damnificados llegan cada dÃa
miles de toneladas de alimentos, agua, ropa. Trasladan los donativos en autos
propios, lo distribuyen con sus manos. No confÃan en el gobierno.
Se han establecido redes ciudadanas
para gestionar la ayuda popular. En la web se comparten decenas de videos donde
se muestra cómo efectivos del ejército detienen la ayuda destinada a los
Estados más afectados y la envÃan a almacenes privados, donde esperan para ser
etiquetados con los indicativos del PRI, partido polÃtico en el poder, o de
algún gobernante estadual.
A diferencia del terremoto de 1985,
cuando el gobierno demoró semanas en reaccionar ante la catástrofe que se llevó
a miles de vidas, el actual ha salido a la calle desde el primer instante.
Aquel sismo, el de hace 32 años, trajo profundas consecuencias polÃticas y
transformó el panorama en México; este es aprovechado sin pérdida de tiempos a
sabiendas de que el menor error puede tener consecuencias electorales.
Pero la gente lo sabe y lo dice. En
Facebook, Twitter, Youtube o WhatsApp se pasan los mensajes unos a otros. Los
medios convierten en espectáculo la tragedia, la mayorÃa de los polÃticos
buscan los dividendos que les puede ofrecer.
Llegaron a Jojutla, el municipio más
afectado de Morelos poco menos de 24 horas después del sismo. Llevaron consigo
a todos los medios nacionales y extranjeros que les fue posible. En helicóptero
arribaron y asà se fueron. Montaron la escena, los abrazos del presidente y sus
ministros, los lamentos de la gente, y se marcharon.
Luego fueron manos solidarias las que
enviaron agua, comida, ropa, medicamentos y brazos fuertes para mover
escombros, levantar el ánimo en medio de tanta destrucción. Alguien grabó
entonces cómo el mismo presidente de la República organizaba la escena para
grabar el mensaje que minutos después se transmitirÃa en cadena nacional: ponÃa
de un lado a “voluntarios” de los medios de comunicación, del otro a ministros
con cajas llenas de ayuda. Entre risas bromeaba con la poca colaboración de
todos en el montaje de la escena.
Cuando las cámaras se encendieron la
primera dama lloró. Pidió ayuda, colaboración, donaciones. Envió sus
bendiciones a medio paÃs y cumplió su papel. Mientras, en Jojutla, el ejército
nacional prohÃbe la distribución directa de los donativos, se filtran videos
que muestran almacenes repletos mientras la gente solicita la ayuda, se limita
el acceso de los voluntarios, se discute en el Congreso Nacional si es legal o
no donar el financiamiento de los partidos para la reconstrucción nacional y
las grandes corporaciones trasnacionales abren cuentas para que sean los
ciudadanos los que donen.
Los nombres de la reconstrucción son
muchos. También los rostros. Rosita es una entre millones de ciudadanos
conscientes de que solo se logrará lo que con sus manos se forje.
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