Por Eduardo Pérez Otaño
Ticuman parece un pueblo fantasma.
Imposible no pensar en aquel pasaje en el que Juan Rulfo describe el sombrÃo
lugar donde habrÃa de desarrollarse Pedro
Páramo. Silencio y dolor compartido. No hay electricidad. A lo lejos pasan
las luces. Son los camiones que llevan los primeros recursos a la ciudad más afectada
en el Estado de Morelos por el terremoto de 7.1 grados que afectó al centro de
México.
Nadie quiere hablar. Sentados a las
afueras de las casas esperan las réplicas que muchos anuncian. Tienen miedo. Se
les ve en la mirada el temor a que un nuevo temblor los sorprenda en pleno
sueño. Temen a la naturaleza y a Dios.
Uno de los sÃmbolos del pueblo cayó: la
cúpula del reloj del ayuntamiento. Casas destruidas, muros, calles afectadas. La
impredecible fuerza de la naturaleza se ensañó con esta parte del paÃs de modo
descomunal. Pero nadie habla de eso. No hubo decesos y es lo importante. Todos
prefieren concentrarse en cómo ayudar en otras regiones donde la muerte no tuvo
igual piedad.
La gente se organiza. La solidaridad se
multiplica en medio de tanto dolor, de tanto desespero. Se acopia comida, agua,
medicamentos, instrumentos para ayudar en la recogida de escombros. Unos parten
hacia Jojutla, el municipio más afectado por el sismo de este 19 de septiembre,
otros hacia Zacatepec, Tlaquiltenango o Cuautla.
Treinta y dos años después, ha vuelto la
tierra a estremecerse. No habÃan sanado aun las heridas de aquel septiembre de 1985
cuando miles de seres humanos quedaron atrapados bajo los escombros. Aun no se lloraban
lo suficiente los muertos del temblor que habÃa arrasado con Chiapas y Oaxaca
tres semanas atrás.
En medio del desespero lo peor es el
silencio. Nadie habla en voz alta como otros dÃas. Nadie rÃe entre la multitud
con algún chiste picante. Parece otro pueblo, otra gente. En el silencio se
comparte más que el dolor.
En los grandes medios nadie habla de
Ticumán. Hasta hace algunas horas se hablaba poco de Jojutla, Tlaquitenango,
Cuautla… En este fin del mundo ha habido que esperar más de veinticuatro horas
para que las autoridades se hicieran presente y trajeran consigo las cámaras,
los micrófonos, los ojos del paÃs.
México es fuerte; lo saben todos. Pero
aun asà llora hoy a sus muertos, llora su destrucción, llora el infortunio de
estar tan lejos de Dios.
En el Ayuntamiento aún ondean las banderas con las que se celebró el Grito de Independencia |
El movimiento telúrico sorprendió a este pueblo de Morelos |
La reconstrucción puede tardar años, aseguran las autoridades |
Casas, muros, escuelas, iglesias... destrucción y silencio |
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