¿Qué es ser negro en Cuba? ¿Es el color de la piel un
problema en esta Isla del Caribe, luego de 56 años de Revolución profunda y
radical? ¿Existen las razas? Son estas interrogantes que se nos presentan como
meros pretextos para acercarnos a un texto colosal, demoledor, único por su
carácter de diario de la cotidianidad.
Con Elogio de la altea o las paradojas de la racialidad, su
autora Zuleica Romay logra acercarse y penetrar en un complejo problema que se
ha mantenido bajo la alfombra del debate público durante años y que siempre se
nos devuelve como tema espinoso, complejo.
Hablar de las razas, del negro, o simplemente de racismo,
puede tornarse altamente dificultoso. Quienes intenten poner el tema sobre la
mesa pueden encontrarse con todo tipo de resistencias o aparente falta de
interés, disimuladas evasiones para no abordar un área bastante sensible de
nuestro dÃa a dÃa.
Ganador del Premio extraordinario de estudios sobre la
presencia negra en la América y el Caribe Contemporáneos, convocado por la Casa
de las Américas en el año 2012, Elogio… no es simplemente una diatriba de la
autora contra los remilgos de un racismo entronizado durante generaciones, sino
una profunda reflexión desde su experiencia de vida, avalada por una intensa
investigación de campo.
Zuleica, por demás, no se limita a acercarse al tema de lo
negro en la cotidianidad sino que, para bien del ensayo, muestra otras aristas
de la discriminación que van más allá del color de la piel y se centran en la
procedencia o en el nivel socioeconómico.
Imposible resulta mantenerse al margen del cúmulo de
verdades que encierran poco menos de trescientas páginas. No se vuelve a ser la
misma persona luego de Elogio…, sino que se convierte uno en permanente escrutador
de la realidad circundante, en la búsqueda de esos elementos que respaldan
muchas de las tesis presentadas en el texto.
Frases como «esto es cosa de negros» y «pensemos como los
blancos», a las que quizás en no pocas ocasiones hemos respondido con un
asentimiento o con la risa cómplice de quien coincide en esencias, se
convierten luego de la lectura de esta obra extraordinaria, en verdaderos
latigazos a nuestra conciencia.
No pierde tiempo la autora en afirmaciones banales ni
absolutistas; tampoco convierte el texto en una defensa personal de su color de
piel y su herencia cultural. No es, a fin de cuentas, un alegato de
autodefensa. Elogio… se convierte en un canto a lo posible, a la verdadera
equidad, al reconocimiento del otro en su diversidad.
Afirma Romay en un
pasaje: «Lo que demanda este momento de nuestra historia es multiplicar los
espacios y lenguajes del debate, encaminar propuestas hacia los órganos
decisorios de la sociedad, visibilizar intercambios, utilizando los medios de
difusión para interconectar y retroalimentar a todos los que en ellos
participan. No se precisa una catarsis nacional ni debemos aspirar a que un
debate organizado desde alguna instancia de poder funcione como exorcismo
colectivo. El análisis abierto y masificado sobre nuestra problemática racial
será solo el inicio de la postrera y difÃcil batalla que aún hemos de librar
por la más completa emancipación humana.»
En esa batalla, Elogio de la altea o las paradojas de la
racialidad se ha convertido en merecida vanguardia. (Por
Eduardo Pérez Otaño)
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