Hablar del
talento artístico que hay en Cuba y que no encuentra oportunidades en los
espacios “formales” para ello es como adentrarse ahora mismo en una crítica a
la economía cubana; por donde quiera que iniciemos nos toparemos con una
multiplicidad de factores, deficiencias e incoherencias como para asustarse.
Quizás usted
crea que este escribidor está exagerando y quizás tenga usted razón, mas solo
hay que ver cuántos jóvenes hay en todas partes de Cuba buscando oportunidades
en el sector artístico y a cuántos de ellos con un enorme talento y con no
menos potencialidades, se les hace imposible cumplir su sueño, por el simple
hecho de no contar con un documento que los acredite como graduados del sistema
de enseñanza artística.
Si cuento esto
no es por mera imaginación o suposiciones, sino porque he vivido durante los
últimos meses una experiencia verdaderamente reveladora, como parte del proceso
de pruebas de aptitud que ha realizado el Conjunto Artístico Comunitario
Korimakao en el marco de la convocatoria a la II Beca para la Creación; en el
cual he tenido la posibilidad de viajar a varias provincias del país para
realizar las captaciones.
Decenas de
jóvenes y no tan jóvenes deciden presentarse, casi como la última posibilidad,
para cumplir sus sueños. Cantantes, instrumentistas, actores, actrices,
pintores, bailarines, productores, diseñadores, luminotécnicos, sonidistas…: por
centenares se realizaron las pruebas, por centenares las sonrisas de
agradecimiento, en primer lugar, por permitirles demostrar lo que podían hacer.
Sorprende la
enorme cantidad de talento que la mayoría de ellos poseen, en casi la totalidad
de los casos, formado empíricamente. Los menos han podido acceder a cursos o
talleres ofrecidos en las cada vez más decadentes Casas de Cultura, otros
tuvieron que abandonar los estudios en escuelas vocacionales de arte por los
más diversos motivos.
Talento en
Cuba hay, y mucho. Oportunidades para ser artistas, pocas. Hay que recorrer el
país de punta a punta para ver cuántos soñadores viajan más de cien kilómetros
para presentarse a pruebas de aptitud que pueden significar la posibilidad que
llevan buscando hace años; mientras no pocos son capaces de dejar atrás
familia, trabajo, casa, comodidades, para aventurarse en el sueño de sus vidas.
Llegar a ser
artistas en este país puede significar un verdadero dolor de cabeza. Las
oportunidades son pocas y las que hay están sujetas a los más diversos e
inimaginables intereses humanos. En última instancia quedan el talento, el
empeño, las capacidades reales.
En apenas un
día, más de cien jóvenes optando por unas pocas plazas para trabajar en
Korimakao, esto en una de las tantas ciudades donde se hicieron las pruebas.
Pienso ahora no solo en los que se atrevieron a probarse a sí mismos, sino en
los miles que, bien no se enteraron, o bien no se quisieron arriesgar esta vez.
Pensar en
oportunidades para ellos debería ser una prioridad de las instituciones
competentes en este, el que algunos consideran es el país de las verdaderas
oportunidades. Ellos, los que pretenden ser artistas, exigen las suyas.(Por:
Eduardo Pérez Otaño)
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