Por Karina Marrón
Tomado del blog Espacio Libre
Él duerme y ella juega a cuidar su sueño.
Juega, digo yo, porque en realidad lo que
le gustarÃa es despertarlo.
Despertarlo y llenarlo de besos y caricias
que le roben esa pesadez a sus ojos; despertarlo y que no haya descanso para el
cuerpo.
Cuidar su sueño es entonces el juego que la
ayuda a alejar esos deseos, a olvidar el tiempo que falta para que amanezca.
Y la distancia.
Hay una distancia enorme entre alguien que
duerme y alguien que está en vela, porque quien duerme se marcha a otro mundo
por breves instantes; un mundo inventado con fragmentos de pasado, con pasajes
de futuro, un mundo hecho de sà mismo y de las más impensables fantasÃas. Un
mundo impenetrable para quien está despierto y se pregunta, mientras mira el
rostro sereno que duerme, con qué o con quién estará soñando.
Él duerme y ella solo desea que pasen las
horas. Que él despierte. Y que comience, al fin, la vida.
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