Tomado
de El blog de Salvador Salazar
Escuché en una pelÃcula mexicana decir que el
pasado son todos nuestros muertos. Asà de fuerte y asà de profundo. A uno de
los personajes se le interroga por qué no cambiaba de vida, por qué no escapaba
de una realidad dura, cruel, inhumana, por qué no cruzaba la pinche frontera.
El hombre se toma su tiempo y responde que ahÃ, en ese rancho de mala muerte,
estaban enterrados sus muertos, y que uno no se puede ir ahà no más, porque sÃ,
olvidando lo que se deja atrás.
Aunque en lo personal soy más de Hernán
Cortés que de Moctezuma, o lo que es lo mismo, disfruto más del fuego que se
levanta al quemar uno las naves, que del calor (y las sudoraciones) que se
desprenden del hogar de los ancestros, no dejo de pensar en los muertos
(personales y colectivos) que me acompañan en esta feliz travesÃa que es la
vida.
Cargar con tus muertos te hará quizás más
sabio, y además, que no es poco, con toda seguridad te permite estar menos
solo. Recuerdas en qué se equivocaron ellos, e intentas en la medida de lo
posible no volver a meter la pata. Haces tuyos sus triunfos y completas los
sueños para los cuales a ellos no les alcanzó el tiempo. Los muertos también te
acompañan, los muertos son tu memoria prolongada, los compañeros que dejaste
atrás en la aventura de la supervivencia, y que ahora te toman del brazo,
cuesta arriba y cuesta abajo, por los caminos de la vida.
A veces la memoria se quiebra y las
genealogÃas terminan desencontrándose, pobres de aquellos que olvidaron a sus
primeros padres y están condenados a empezar de cero. En otros casos, los vivos
se encargan de barrer un pasado que no les conviene, y construirse una historia
donde solo caben algunos difuntos, los que interesan al presente de turno.
De todos modos, quiérase o no, somos un
coctel de genes y por nuestras venas corre una combinación retorcida de
parientes que se remontan al hombre (y a la mujer) de las cavernas, y que pasa
por doscientas generaciones de aldeanos desdentados, hasta llegar a eso que eres
tú, un muerto en camino a serlo, cuya máxima aspiración es, en definitiva,
aparte de sembrar el árbol y luchar por la paz mundial, dejar lo tuyo, semen
mediante, a la próxima generación de humanos; y asà por los siglos de los
siglos, hasta que nos lo permita el calentamiento climático y la inmensa
boberÃa de esta especie humana de muertos compartidos, ya sean Adán y Eva, o la
vagina y el pene de la primera mujer y el primer hombre del continente
africano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comente acá... porque somos de letra corta: