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Tomado de www.artelista.com |
Por
Isbel Lopetegui
El carácter del cubano, imponente y
batallador, ese que le permite abrirse paso en las más disímiles
circunstancias, se manifestó desde muy temprano en la historia de la nación. El
propio hecho de que la isla lleve el nombre que lleva es una muestra fehaciente
de ello.
Cuba es quizás una de las pocas colonias
españolas que no perdió su nombre como resultado de la conquista. Según
documentan los cronistas, el vocablo fue escuchado por Cristóbal Colón aún
antes de arribar a la mayor de las Antillas, cuando se encontraba en la isla
que hoy se conoce como Watlings y que, quizás
por ser la primera a la que llegó después de su larga travesía, él
bautizó como San Salvador.
El primer intento de ponerle un nombre
hispano a la nueva joya conquistada provino del propio Colón, que la bautizó
como Juana, en honor al Príncipe Católico Español Juan. Después, a lo largo del
siglo XVI, producto de errores cartográficos, la isla fue denominada como
Isabela en varios mapas de la región.
Incluso, un intento legal de adjudicarle
otro nombre data del año 1515. Como reseña Sergio Valdés en su crónica El nombre de Cuba, el 28 de febrero de
ese año se emitió una Real Cédula que planteaba: “esa isla que se llamaba Cuba
se llama Fernandina”. La orden fue en
cierta medida acatada y trascendió en el tiempo, como evidencia de ello casi
cien años después Silvestre de Balboa se refirió en el conocido poema Espejo de Paciencia a “la dorada isla de
Cuba o Fernandina”.
Los estudiosos de las cuestiones sociales
plantean que la persistencia del nombre autóctono se debió esencialmente al
surgimiento de los criollos, aquellos nativos resultantes del mestizaje entre
españoles, indios y esclavos africanos, que se reconocieron como distintos de
sus ascendientes europeos.
Fueron al parecer esos hombres quienes
con más fuerza defendieron el establecimiento de una identidad propia y para
ello un elemento esencial era no dejarse arrebatar una de las más patentes
huellas del legado aborigen.
Isbi que genial. No sabía de tus dotes de escritora, me encantó.
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